“Revivamos nuestra historia”

Alfonso Gómez Méndez

El título de esta columna repite el nombre de un programa de televisión que se trasmitía los domingos en la noche en la década del ochenta y que ilustraba a los colombianos -con excelentes actores y actrices- los episodios más importantes de nuestra independencia, la vida republicana y las biografías de políticos como Bolívar, Santander, Sucre, Tomás Cipriano de Mosquera, José María Melo, Obando, Murillo Toro, Jorge Eliécer Gaitán y Darío Echandía. Por la tiranía del “rating” el programa fue sacado del aire.

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Los jóvenes de ahora ven series con el éxito económico que no tuvieron los programas de historia: la vida y obra de Pablo Escobar, Rodríguez Gacha, el mugre, icopor, el tomate, el limón, la garra y los reyes y reinas de la cocaína. Bien haría RTVC, el canal oficial de hoy dirigido por Nórida Rodríguez, en repetirlos o financiar unos que mostraran la vida de colombianos que en verdad le sirvieron al país y dejaron un legado. 

Por ese desconocimiento de la historia y la ideologizada desmemoria, en los últimos tiempos ha sido posible la tergiversación, no solamente de la figura de Simón Bolívar, sino del significado de su lucha libertadora contra el imperio español. Se ha querido “tras bambalinas” hacer una asociación entre su juramento de no guardar su espada hasta que no se liberaran del yugo español las entonces sojuzgadas colonias, con la espada que durante años estuvo en la Quinta de Bolívar como símbolo para las transformaciones sociales del país y, particularmente, con los anhelos del M-19 cuando surgió como grupo guerrillero armado, nacionalista y no de orientación marxista.

Bolívar fue un rebelde armado contra el imperio español, pero nadie podría ubicarlo hoy como un hombre socialista o de izquierda. De hecho, Carlos Marx apenas le daba con manifiesta injusticia el título de aventurero. La gloria del libertador no se opaca con su dictadura, con la guerra a muerte, o con su idea de anexar la Gran Colombia a un protectorado ingles, ni con la de la presidencia vitalicia y hereditaria, o con que tuviera esclavos.

Sus peleas con Santander fueron principalmente porque éste hacía prevalecer la libertad sobre el orden como aparece en la inscripción que permanece en el Palacio de Justicia. Cuando surgieron los partidos políticos tradicionales a mediados del siglo XIX se decía, sin que fuera del todo cierto, que las ideas Bolivarianas estaban más cerca del pensamiento de Caro y Ospina y las del general Santander del Partido Liberal. Por mucho tiempo, con razón o sin ella, Bolívar era considerado patrimonio del Partido Conservador. De hecho, el presidente conservador Misael Pastrana Borrero, tenía en su despacho una frase del libertador que bien podía retomarla el actual jefe del Estado: “solo le hace bien al gobernante quien le dice la verdad”.

Fue el general Rojas Pinilla, quien al tomarse el poder -con la ayuda de un sector del Partido Conservador-por la vía del golpe militar contra el titular, el otro conservador Laureano Gómez, quien entronizó en su despacho, al lado de la figura de cristo -el redentor- la de Simón Bolívar, a quien invocaba permanentemente en sus discursos. Es más, para rendirle culto a su memoria, estableció que el 17 de diciembre -día de su muerte- no habría despacho en las oficinas públicas. Curiosamente, esa fecha se la tomaron después los jueces y la convirtieron en “el día del servidor judicial” como fecha de vacancia.

El M-19 surgió como movimiento clandestino armado en respuesta a lo que se consideró el fraude electoral del 19 de abril del 70 que, según esa teoría, le birló el triunfo a Rojas Pinilla. Por eso su lema: “con el pueblo, con las armas, con María Eugenia Rojas al poder”. Inicialmente fue un movimiento mirado como el brazo armado de la Anapo, con muchos simbolismos después de una campaña de expectativa (se consideró que podía ser el  descubrimiento de un vermífugo), que se destapó ese 17 enero de 1974 pensando, como lo recuerda Everth Bustamante, en la candidatura de la capitana ese año, con lo que se ha llamado la “recuperación” de la espada -una de las varias del libertador que tranquila reposaba en la Quinta- ¿Quién la tenía “secuestrada” para que fuera rescatada? ¿No se trató más bien de un hurto -ya prescrito y amnistiado- con secuelas políticas?

ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ

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