El irrepetible tolimense

Mal podríamos dejar pasar el insuceso de su muerte sin recordar con nostálgico afecto a este gran señor y amigo, querendón como pocos del terruño y con indeclinable vocación de servicio, de aquellos que hoy tanta falta nos hacen.

El apellido Laserna, si bien no es tan raizal del Tolima como algunos pudieran pensarlo, sí se confunde ya con la historia del progreso de nuestra capital, como que de vieja data ha sido protagonista activo de muchos de los varios desarrollos que la ciudad ha tenido: la planta de generación de energía eléctrica, la ganadería, la irrigación de la meseta de Ibagué, el cultivo intensivo del arroz, la industrialización de las semillas, la radiodifusión local y otros más, colaterales a estos.

Y de toda esta familia el más querendón de este solar y permanente cabeza de las actividades que en ella realizó, indudablemente fue Guillermo, pese a haber permanecido por años ausente, adelantando sus estudios en la ciudad de Nueva York, de donde regresó con ánimo de permanecer en Ibagué y en donde definitivamente terminó por echar positivas raíces, al vincularse estrechamente a las varias causas de desenvolvimiento y solidaridad que durante su existencia aquí se convocaron.

El colegio San Bonifacio, la Asociación para el Desarrollo del Tolima, la Corporación para el Desarrollo Humano del Tolima y la Universidad de Ibagué, fueron, entre otras, las entidades que tuvieron un eficiente punto de apoyo en su decidida participación, al igual que muchas las acciones de acento social que experimentaron su generoso aporte, el cual siempre procuró que estuviera amparado por la discreción y el silencio.

Como irrepetible ser humano podríamos definir a Guillermo, sin temor a equivocarnos, como un hombre culto y permanentemente informado, discreto y sencillo como el que más, conciliador y de inteligente y agradable diálogo, sin alarde alguno de su talento y recursos.

De talante conservador, se mantuvo al margen de la actividad política aún cuando jamás dejó de dar orientación y consejo a sus copartidarios, dentro de su prudente concepción de las circunstancias partidistas.

Todo esto sería suficiente para garantizarle a Guillermo un lugar de privilegio dentro de la antología de los varones ilustres de esta tierra, sin tener que agregarle sus valiosas condiciones como estupendo anfitrión y mejor amigo de sus amigos, conceptualizador y hacedor de muchas obras a favor de la ciudad.

Por tanto, mal podríamos dejar pasar el insuceso de su muerte sin recordar con nostálgico afecto a este gran señor y amigo, querendón como pocos del terruño y con indeclinable vocación de servicio, de aquellos que hoy tanta falta nos hacen.

Sus hijos Pablo y Carmen, así como su familia toda, deben saber cuánto siente el Tolima su desaparición y con cuánto afecto los acompaña en esta ingrata hora.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DOME

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