Murió el canto del Tolima indiano

Con la muerte de Miguel Ospina Gómez se está yendo parte esencial de aquel Tolima que, a través de las melódicas expresiones nacidas de la interpretación del espíritu de sus gentes, edificó su bien ganada fama de meca mayor de la música en Colombia.

La sola evocación del nombre de este cantor, me emociona y lleva al arrobamiento por encontrarse tan estrechamente ligado a muchas de las gratas vivencias de mi pasado: primero las de mi infancia cuando aquel laboraba en el almacén que por entonces tenía mi padre en el corazón de Ibagué, y luego las de mi adolescencia cuando yo cursaba mi bachillerato en las aulas del “claustro ilustre” de San Simón en donde él regentaba con lujo de competencia la cátedra de Filosofía y a través de ella nos enseñaba el amor por la verdad y el conocimiento.

Aún recuerdo sus doctas exposiciones sobre “el arte de poetar” y la especial delectación que sentía por la poesía.


Desde entonces se me fijó su recuerdo como el del prototipo de un hombre sencillo, afectuoso y bueno, “bueno en el mejor sentido de la palabra bueno”, condición que ratificó en su paso por las aulas de varios claustros de la ciudad, la rectoría del Conservatorio de Música y la cátedra en la Universidad del Tolima como licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional y Magíster de la Universidad de Michigan de los Estados Unidos, que era.


Fortunosamente en vida su terruño le reconoció y exaltó sus méritos ortorgándole diferentes condecoraciones, entre ellas la Medalla Tiple de Oro en 1959 y la Medalla Cacique Calarcá de la Gobernación del Tolima.


Natural de Coyaima, jamás renegó de su humilde cuna y a ella dedicó varias melodías de las cuales 'Dulce coyaima Indiana” se convirtió en la canción insignia de aquel apacible poblado y de sus gentes de aborigen estirpe.


Meritorio por mil títulos en cuanto padre, amigo, maestro e inspirado compositor, le deja a su solar, a más de las muchas enseñanzas que con su ejemplo irradió, el abundoso legado de la producción de su talento como “La tarde y tú”, “Noche de San Juan”, “Como me duelen los Hijos” y la más recordada de todas: “Que más quieres de Mí” que acompaña las serenatas que engalanan las noches románticas de este solar y que dejaron al porvenir bellamente inmortalizada los duetos mayores de Colombia Garzón y Collazos y Silva y Villalba.


Cuanto entristece que de ese Tolima de antaño ya poco nos vaya quedando, pues el implacable paso del tiempo, se va llevando las cifras humanas de las que nos enorgullecíamos, sustituyendo la bonhomía y sencillez del lugareño por otros valores que comienzan a imperar en los nuevos tiempos.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME DOME

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