Murió el “Maestro mayor” del derecho en Colombia

Y tal suceso me sorprendió cuando ya mi habitual columna hebdomadaria se hallaba impresa, razón que explica porque esta luctuosa circunstancia no fue tema de la misma, ya que desde que me enteré de su grave enfermedad,

me encontraba cierto que con la muerte de Fernando Hinestrosa se estaba yendo el gran conservador de la modernidad en nuestro País en cuanto cultor de la libertad, la democracia liberal y el respeto al semejante, los más grandes valores de una época que muta, se transforma y va quedando atrás.

El “maestro mayor” del Derecho en Colombia, que a través de la cátedra en la prestigiosa y ya centenaria Universidad Externado de Colombia que como centro de pensamiento plural fundara el patricio Nicolás Pinzón  Warlosten el 15 de febrero de 1886, edificó su bien ganado Título de profesor, guía y cultor de la Ciencia Jurídica, mismo que ganó con idénticos méritos y ostentó en vida su padre el jurista Ricardo Hinestrosa Daza.


La sola evocación de su nombre, me emociona y me lleva al estremecimiento por su estrecha vinculación a muchos de los más gratos recuerdos de mi juventud: primero los de mi inicio en el estudio del Derecho en aquella añosa casa del Barrio Santa Fe en la Calle 24 con Carrera 16 de Bogotá, en donde ante la duda, recibí su personal consejo para orientar mis estudios hacia aquella carrera que he ejercido con delectación y buen suceso por años sin pausa, y luego las del amable consejero y profesor que fue guiando cada uno de mis pasos durante mi tránsito por aquellas aulas.


Aún recuerdo sus doctas exposiciones en la clase de “obligaciones” de Derecho Civil que él regentaba con lujo de competencia, la cual invariablemente iniciaba cada año con la definición que Celso el jurista romano daba del Derecho: art boni et aequi, que literalmente traduce “el arte de lo bueno y lo equitativo” y que en Hinestrosa llegó a constituir toda una regla de actuación para su vida y la de aquellos que egresaban de sus claustros.


Desde entonces me quedó su recuerdo como el del prototipo de un hombre sencillo, afectuoso y bueno, “bueno en el mejor sentido de la palabra bueno”, condición que ratificó en su paso por la Rectoría de la Universidad, la cátedra, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, la Embajada de Colombia que sirvió ante la Santa Sede y los Ministerios de Justicia y Educación que desempeñó con singular eficiencia.


Fortunosamente en vida la colegiatura le reconoció sus méritos y exaltó su ejemplificante periplo vital, en cuanto padre, amigo y maestro. Cuanto entristece que gente de ese talante ya poco nos vaya quedando, pues el implacable paso del tiempo, se va llevando las cifras humanas que enorgullecían al país.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DOME IBAGUÉ

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