Menos culto externo y más fe interior

Que aquellos que hicieron votos de fidelidad al altísimo, en el futuro deben mirar con prudencia a quien eligen a la hora de votar aquí en la tierra, a fin de llevar a las altas dignidades de las diversas ramas del poder, solo a aquellos que de modo estricto cumplen con el sacro decálogo.

Mientras en otras latitudes como en la ‘Madre Patria’, Grecia y otros países del viejo continente se sienten vientos de crisis con sus secuelas de retroceso en términos de producción de riqueza y sin que allí se avizore una clara salida que permita mirar con optimismo hacia el futuro, aquí nos aprestamos para vivir una semana de reflexión en medio del clima de esperanza que nos ofrecen el repunte de nuestra economía y el debilitamiento de las fuerzas criminales de las FARC y el paramilitarismo.

Cavilaciones que obviamente deberán apoyarse en las enseñanzas de Cristo y su trascendental mensaje de solidaridad, paz y amor -que la mayoría de la población colombiana dice acoger sin reservas-, para ver de desarraigar definitivamente entre nosotros la violencia, el odio, el aprovechamiento de los bienes públicos y el narcotráfico como factores dominantes, acicateados por un inagotable afán de enriquecimiento que nos mantiene alejados de la justicia social y el desarrollo.


Para lo que deberíamos disminuir el artificioso aparato y el aparente fervor que se ve a la hora de la práctica externa de los ritos de la semana mayor, con templos abarrotados, dolientes promesas de amor a Dios y al prójimo, contritos gestos de arrepentimiento, multitudinarias procesiones, peregrinaciones de fieles hasta descalzos o de rodillas, mientras no se practica el amor al prójimo y el respeto a sus derechos con verdadera convicción.


Pues no existe otra forma para lograr el anhelado cambio que nos conduzca a mejores estadios: expresar las manifestaciones externas del dogma, pero no quedarse allí y satisfacerse en ello, sino superarlas y privilegiar realmente la fe.


De manera que lleve a quienes desfilan y acompañan las imágenes sacras, a pensar que pasada la semana, la vida va a seguir y para vivirla en consonancia con su fe deben fijarse como propósito el repudio a la injusta violencia que a todos nos sigue afectando, y el rechazo al secuestro, al narcotráfico y a la barbarie guerrillera. Y que para tornar de verdad útiles los llantos, las plegarias y los cánticos que con tanto fervor elevaron al cielo deben continuar haciendo oír su voz para censurar a los funcionarios corruptos y venales. Y que aquellos que hicieron votos de fidelidad al altísimo, en el futuro deben mirar con prudencia a quien eligen a la hora de votar aquí en la tierra, a fin de llevar a las altas dignidades de las diversas ramas del poder, solo a aquellos que de modo estricto cumplen con el sacro decálogo, pertenezcan o no a su bandería o a su credo. Y que los que dicen amar al prójimo como a sí mismos, se preocupen en verdad porque la sociedad funcione tan bien que le pueda brindar a éste educación, salud, empleo, alimentación, techo y seguridad social.

En síntesis, apartándose de la cultura de la forma como la del carbonero, para ir al fondo del dogma, con el juicioso análisis y la serena reflexión que debe inspirar la palabra de Cristo, cuando de verdad se cree en ella. Sin fetichista actitud y con convicción profunda como lo propone el evangelio.

Arrepentidos de verdad, con contrición de corazón, propósito de enmienda y amor, respeto y tolerancia hacia los demás, pero, por sobre todo, animados contra el delito y la maldad provengan de donde provinieren.

Credito
MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME DÔME

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