¿“Quo vadis” Venezuela?

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No creo que entre nosotros haya alguien con la suficiente claridad analítica para poder responder acertadamente la pregunta que, encarnada en el encanto de Deborah Kerr, Robert Taylor y Peter Ustinov, se enraizó en nuestro cotidiano lenguaje a partir del Jueves, 8 de octubre de 1953, día en que se estrenó entre nosotros, la película de la Metro-Goldwyn-Mayer, titulada con el nombre que encabeza esta columna.

Y es que son tantas y tan descarnadas las imágenes con las que los medios nos muestran la violencia de los últimos días escenificada en las calles de las principales ciudades de la vecina república y las opiniones captadas en vivo y en directo de sus protagonistas, que no sabemos hacia dónde van a conducir estas, ni qué pensar realmente al respecto.

Porque en ellas se ve un millonario concierto de opositores de la más diversa condición, manifestando con vehemencia ya cercana a la violencia, su disposición de derrocar el gobierno de Maduro, hastiados con él y su populista prédica, evidencia de una acentuada fatiga colectiva provocada por su corrupto proceder y el de sus validos y los desaciertos con los que ha conducido la economía del colindante país hasta la contradictoria situación de una inexorable crisis en medio del derroche petrolero, enfrentados en episódicas escaramuzas a grupos armados de índole paramilitar y respaldados por la fuerza pública que dicen defender “una revolución” que predica su favorecimiento a las clases populares y el desprecio por los intereses de “los privilegiados”, que en cualquier momento pueden pasar a un estado de confrontación bélica generalizada.

Confusión y caos incrementados por la persecución a toda expresión disidente y a la libertad de opinión al punto de expulsar del país a CNN, así como por la convocatoria a los empleados públicos bajo amenaza de despido, a concurrir a las manifestaciones y a expresar su apoyo al neo imperio bolivariano y tropical.

Lo cierto es que en Venezuela la violencia corre por cuenta del desabastecimiento alimentario generado por un absurdo y anacrónico intervencionismo de Estado que insiste en seguir fijando precios de sustentación a los bienes de consumo por debajo de su coste; por la baja productividad de sus empresas debido al desestímulo a la inversión y a la salida precipitada de muchos capitales bien nacionales, bien foráneos, ante el temor a la expropiación, circunstancia que unida a la retórica del odio al opositor, ha venido a consolidar el hartazgo con un proyecto de sociedad, que se había creído viable y sólidamente soportado en la opinión, pero que se ha rebelado ruinoso y como tal, hoy tambalea.

Una tozuda realidad que desvela la pérdida de norte del chavismo sin Chávez y ante la falta de preparación y liderazgo de su dirigencia, aunada a la ausencia de la necesaria sindéresis temperamental para conducir adecuadamente una nación moderna.

Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME - DOME

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