La construcción de la paz: un trabajo de la educación

Manuel José Álvarez Didyme

“¿En dónde puede estar el verdadero origen del clima de agresión y violencia que se advierte en la sociedad colombiana y cómo podría lograrse su reversión para ver de superarlo y obtener en el futuro una paz, esa sí, real, estable y duradera?”.

Inquietud de difícil respuesta en razón de la antigüedad del “endémico” mal y lo arraigado que se encuentra, al punto que a diario el ciudadano se da “de manos a boca” con él, sin importar el contexto en el que se desempeñe.

Cómo lo percibe usted si es peatón al sufrir la permanente agresión del conductor de motos, automóviles, taxis, buses o camiones que desconoce su derecho de locomoción, al violar semáforos o irrespetar el orden de prioridad establecido en las normas de circulación; pero si usted es quien conduce un automotor igual trato recibe de los otros conductores y del “de a pie” que cruza la vía por donde y como le place, transgrediendo la luz roja de pare o ignorando el uso de las “cebras” de cruce o de los puentes peatonales, si los hay.

Y otro tanto ocurre cuando usted hace una fila en el teatro, un ascensor, un cajero, o va al supermercado, una droguería o una tienda de barrio: todos quieren adelantársele no importa el orden de llegada, ni la prelación que merecen los niños, los minusválidos o los ancianos.

Incluso en los ascensores cuando sus usuarios pretenden ingresar, antes que usted descienda de él.

Al efecto y para desentrañar tal etiología vale rememorar las enseñanzas de Hipócrates a los galenos de su época, sobre como indagar para hallar el origen de las enfermedades: comience por preguntar los obligados: ¿qué le pasa?, ¿desde cuándo?, y finalmente el, ¿a qué lo atribuye?

Y respondidos los dos primeros interrogantes, pasar al último de ellos: ¿a qué atribuirlo?, para no encontrar respuesta distinta de señalar como innegable responsable de tal circunstancia a lo que respecta a la educación que se viene impartiendo entre nosotros, en tanto que no morigera ni corrige, sino que reproduce y mantiene tales comportamientos, posiblemente porque están tan fuertemente enraizados en nuestra cultura, que los propios “educadores” los reproducen al juzgarlos normales y adecuados.

Preocupante circunstancia, que nos lleva a rememorar el discurso de la conocida pedagoga italiana María Montessori en el Congreso Europeo para la Paz en Bruselas en septiembre de 1936, cuando apenas concluía la segunda guerra mundial, aseveraba en un contexto semejante al nuestro de hoy, que “la construcción de la paz es trabajo exclusivo de la educación”.

¿Ante lo cual debemos preguntarnos, que cree usted que debemos hacer para modificar el comportamiento de las generaciones venideras, si de verdad aspiramos a superar el clima de agresión y violencia imperante?

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