Acerca de las posiciones políticas

Alberto Bejarano Ávila

Entiendo por política la acción de personas que buscan acceder al poder para hacer realidad el bien vivir de una sociedad histórica (la tolimense lo es). Quienes así concebimos la política, debemos respetar toda posición basada en ideas y también denunciar que la politiquería es aberración de la política y por tanto, caso irrespeto a la sociedad, pues no es el político serio y sí el politiquero, el que con recelos y dádivas obstaculiza el ejercicio dialéctico constructivo a efectos de lograr propósitos ególatras y espurios. Es por tal razón que toda sociedad adicta a la politiquería está condenada al fracaso histórico; así de sencillo es este asunto.

En Colombia (país rico con gente pobre), progresista es quien desea superar las injusticias y retardatario quien defiende inicuos privilegios y hegemonías de pocos. Estos dos caracteres políticos decidirán el futuro de Colombia y por ello el eufemístico “centro” resulta ambiguo o evasivo. Sustento porqué soy progresista recordando esta lectura de la realidad: Excesivo desempleo y subempleo, empleos transitorios y cooptados por caciques políticos, indigno sistema de salud, fallido sistema educativo (ver pruebas Pisa), hermanos, hijos y nietos que emigran por carecer de oportunidades; pensión inalcanzable para la inmensa mayoría (solo el 24% tiene), inseguridad galopante, precaria calidad de vida, marginación de comunidades campesinas y étnicas, hacinamiento infame (Buenaventura y Tumaco), caduco sistema de movilidad, nepotismo de clanes familiares, corrupción a tutiplén y centralismo opresivo.

Escasez de espacios para recreación y deporte, abuso de recursos naturales y daño al medio ambiente, trabajo infantil y desnutrición (La Guajira), desplazamientos masivos (ahora el Catatumbo), manipulación mediática, regiones abandonadas (Chocó y Amazonía), trabas para hacer empresa, decadencia y sordidez política, desestímulo al espíritu emprendedor, oligopolios de insaciable codicia, impuestos inequitativos; mucho “bla, bla, bla” y poca eficacia.

Estos graves males y muchos más, no son coyunturales o simples crisis pasajeras, sino efecto directo de la mezquina y obtusa mentalidad de quienes en las últimas siete u ocho décadas rigieron y rigen al país y sus regiones. Ahora, si lo dicho fuese falsedad o imprudente exageración no osaría descalificar al statu quo y a quienes lo encarnan, pero, como todo aquello es palmaria verdad, entonces mi deber ciudadano es coadyuvar a propiciar el cambio desde el reflexivo ejercicio democrático y por ello votaré por Gustavo Petro Urrego para iniciar el camino hacia los dominios de la modernidad, la equidad, la participación y la inclusión social.

Finalmente digo a quienes con arrojo lograron éxito sin perder sensibilidad social (¿20% de 50 millones?), que ante la dura realidad del país, la genuina solidaridad con los pobres y los excluidos es la política honrada y no la limosna (“enseñar a pescar, no regalar pescado”) y que la era de modernidad y justicia empezará cuando se produzca un “big bang de regiones” y el concepto de democracia económica se convierta en eje del discurso político y social.

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