¿Presidencialismo redentor o empoderador?

Alberto Bejarano Ávila

Cuando este texto se publique seguramente estaremos a pocas horas de saber el resultado del 27M. Por evidencia empírica uno juzga que nadie negaría que en Colombia urge un viraje de 1800 de su larga historia de inequidad, saqueo de bienes públicos y olvido de las regiones. Pero el asunto es peliagudo, pues al cambio se opone la poderosa trinca oligopolítica que siempre se lucró del subdesarrollo y, por ello, la lucha social consecuente impone ahora el deber elegir gobernante progresista y por lo mismo capaz de abrir caminos de cambio.

Al decir capaz de abrir caminos, manifiesto que sólo un presidente ético, intelectualmente solvente y con genuino talante de estadista apoyará las causas descentralistas, más no será redentor de regiones y por ello no caeré en ese vórtice determinista del futuro que se funda en milagros presidenciales, creencia falsa que obnubila la razón cardinal de que cada región responde por su destino e infla la torpeza que lleva a muchos a argüir a la bartola que tal o cual presidente emancipará al Tolima del atraso. Insisto en que buen presidente será aquel que dé real margen de maniobra al protagonismo tolimense, si a ello estamos dispuestos, y no quien, deberíamos saberlo, hace ver espejismos de progreso en la vastedad del atraso.

Como mentís a la sucia tesis expropiadora, recordemos que ningún presidente post Frente Nacional (18 creo; incluyo interinos) se ocupó de la suerte del Tolima y, al revés, con fábulas privatizadoras nos alucinaron para “expropiar”, ellos sí, valiosos bienes públicos tolimenses. Ejemplo: Hidroprado, Electrolima, Teletolima; el abusivo guiño ratoncillesco a la concesión AGA en Cajamarca, la intentona al Ibal, la aprobación de títulos mineros en todo el mapa regional, etc. En fin, todo presidente centralista “expropió” riquezas tolimenses y fue tutor de su politiquería y su poquedad administrativa. Quien hoy apetece “más de lo mismo” está en su derecho pero, así lo creo, en ello hay mucho de inconciencia y de masoquismo.

Investigar, reflexionar y hacer lecturas sociológicas, antropológicas, históricas y económicas atinentes al Tolima para afirmar ideas políticas regionalistas debería ser vocación extendida y ocasión para el diálogo útil, y por ello extraña que gente conspicua, ilustrada y respetable caiga en aquella vorágine determinista y dogmática que a muchos, los lleva a asumir actitud injuriosa con quien objeta la hegemonía autoritaria, centralista y neoliberal y anhela que la cúpula estatal, por fin, sea capaz de orientar reformas estructurales y aceptar como legítima y necesaria la descentralización y las autonomías regionales.

Si la prosperidad regional no es centro de interés histórico-político de todo tolimense, raizal o adoptivo, y por tanto ocasión de diálogo y acuerdo, continuaremos sufriendo alucinación política y cayendo en pugnacidades casi fratricidas por intereses ajenos. Pensar primero la región, es decir tener los pies bien puestos sobre el terruño, es razón sustentable (no pasión absurda) que explica por qué deberíamos votar progresista para presidente de Colombia.

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