Proyecto de vida de un joven tolimense

Alberto Bejarano Ávila

Escrutar la viabilidad que tiene un joven tolimense del común para construir su proyecto de vida sería método eficaz para desvelar creencias y yerros que deben corregirse si queremos superar tan crónico atraso. Como el tolimense no destaca precisamente por ser constructor de pensamiento para el progreso, entonces cada generación tuvo que arrogarse ideas de la tecnocracia nacional, pública y privada, que luego amplifican acríticamente corifeos locales y, sabido que esas ideas siempre fueron inútiles, entonces es de suponer que la continuada frustración generacional se origina en cuatro anomalías o las cuatro juntas: a) las ideas eran engañabobos, b) las estrategias han sido desatinadas, c) los tolimenses somos indiferentes y desunidos, d) más poderosas que la razón y la voluntad regional son las fuerzas externas que se convierten en monopolios transnacionales con recursos de regiones despistadas.

Sin duda las oportunidades pululan, pero ¿Cuáles son hoy las ideas fuerza de los tolimenses para aprovecharlas? Ahí está el quid del asunto, pues salvo livianos ejercicios prospectivos, recurrente mentís político, necio aplauso a la iniciativa micro empresarial y venias adulonas al inversor externo, la verdad es que el día a día político, académico, empresarial y social en el Tolima no muestra mayor enjundia de imaginación, voluntad y estrategia y, por supuesto, ningún afán por dialogar y acordar y sí mucho lugar común y prisa para refutar y descalificar cualquier idea disruptiva. Útil para el futuro tolimense seria emular el inteligente pacto de una sociedad regional europea: “Hablando, conviniendo y confluyendo”.

¿Tenemos que calcar siempre el pasado? Confiemos que no, porque de ser así poca sería la esperanza de un joven del común que imagina y anhela realizar un proyecto de vida digno. Hoy, en atrevida tipificación, las alternativas ciertas para el joven talentoso y diligente pero pobre se circunscriben a cinco opciones: a) emigrar, b) tantear el micro emprendimiento sin concebir grandes desarrollos económicos, c) entrar en la ocupación informal, d) reproducir círculos viciosos fungiendo de gregario de políticos de viejo cuño, d) caer en actividades non sanctas. Esta sería la regla que, por supuesto, tiene excepciones para confirmarla.

El Tolima es y ha sido región proveedora de emigrantes, incluyendo profesionales (adelante lo amplío), se conoce por su gran población de microempresarios y trabajadores informales y, es palmario, miles de personas subsisten a la no aconsejable sombra de caciques políticos que “enseñan” que democracia es amasijo de feudos, espacio de triquiñuelas y agencias de empleo o canonjías. Cierto es que nadie invoca que democracia es sistema que en regiones avanzadas ha permitido la concurrencia de talentos a conversar y debatir ideas y, partiendo de la diversidad ideológica, las disciplinas económicas, sociales y ambientales pertinentes y las ciencias y tecnologías modernas, convenir planes para construir oportunidades que, en nuestro caso, faciliten que cada joven tolimense haga realidad su proyecto de vida y, con el acumulado sistémico y sinérgico de proyectos de vida, lograr el bienestar de todos. Sigue…

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