Formar expertos y líderes para el desarrollo regional

Alberto Bejarano Ávila

Quien se exaspera con el pensamiento crítico (propositivo) respecto a la cuestión tolimense, tácita o explícitamente, confiesa ver color de rosa lo que otros vemos como atraso crónico y, es en esta dicotomía ideológica donde incuba, para bien, el origen del cambio y, para mal, la raíz del subdesarrollo. Si apreciáramos una mínima señal de que el Tolima avanza, quienes estamos en la orilla del pensamiento crítico tendríamos que morigerar posiciones y exaltar la dinámica socioeconómica regional, pero, al no existir siquiera una consensuada definición de desarrollo y haber convertido este enunciado en embeleco distractor, resulta necesario porfiar en que los tolimenses debemos construir otra conceptualización del desarrollo, pues eso que hoy se propone como visión estratégica del Tolima muestra grandes limitaciones.

Esta visión dicotómica del progreso y del atraso sirve de preámbulo para encarar la reflexión sobre una variable esencial del desarrollo: la educación universitaria tolimense. Acepto ser lego en asuntos académicos y por tanto los juicios de valor que emito se fundan más en la lógica de la evolución, las estudiadas variables del desarrollo regional, los relatos de algunos fundadores y un leve atisbo al fin misional y al eslogan que enuncia cada alma máter. Así es como llego a una deducción crucial: el espíritu fundacional de las instituciones universitarias del Tolima insta a formar expertos y líderes para construir desarrollo regional.

Desde esta perspectiva uno se topa con tres inferencias consecuenciales: a) que, de alguna manera, el nivel de desarrollo del territorio tolimense sería el principal indicador de eficacia o excelencia de las universidades, en particular las más antiguas, b) que la principal gestora del pensamiento crítico y disruptivo debe ser la cátedra universitaria y c) que, sin excepción y unidas, las universidades deben señalar el norte para la mirada expectante del tolimense y por tanto deben irradiar potentes luces sobre su futuro; sobre paradigmas políticos; sobre fortalezas y debilidades de la región; sobre modernidad, civilidad y subdesarrollo y sobre el modelo económico, sociológico y ambiental que debe cimentar el desarrollo regional.

Desde la barrera se observa en las universidades prolija actividad académica; investigación en asuntos puntuales; ampliación de programas; crecimiento de instalaciones físicas y otros avances. Sin embargo, uno extraña su voz informada y crítica sobre problemas coyunturales del Tolima; su radiografía cruda sobre la formación histórica y la realidad actual de la región; sus análisis de gestión del desarrollo, público y privado; las evidencias del avance conceptual y, con respeto digo, se percibe algo así como un carácter transaccional con el centralismo, el politiqueo y el inequitativo proceder económico del poder nacional y transnacional.

No es irreverente decir que la misión y el eslogan de cada alma máter tolimense es de hecho doctrina política que, por su profundo alcance, debería inspirar la concepción y formulación de proyectos científicos específicos para cada variable que concurre al desarrollo regional.

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