Liderazgo colectivo sí, candidatos por doquier no

Alberto Bejarano Ávila

En verdad creo en la calidad humana de la mayoría de los políticos tolimenses y, aunque no faltará “el caspa”, procuro no juzgar de antiético a ningún político conocido y menos a quien no conozco. El lío está en que tampoco puedo juzgar sus ideas, pues no logro advertir alguna ideología consistente y actitud consecuente, solo un frívolo popurrí de verbosidad y talante: opaca visión histórica, sistémica y estratégica; dudoso compromiso con el Tolima; ineptitud para liderar procesos complejos de desarrollo; jactancia frenética; obsesivo afán de ser mala copia del mal político nacional. Como juzgo que nuestros políticos no son aviesos, sino algo volátiles, quiero invitarlos a reinventarse y girar 1800 para que, en 2019, comiencen a obrar como los grandes líderes históricos que el Tolima necesita para construir su futuro. Suponiendo que, por milagro, un político decente y dispuesto a cambiar acepta la invitación, entonces a él me atrevo a ofrecerle seis pautas. Primera: el desarrollo regional es indivisible, es decir, no pueden argüirse ideas para el desarrollo de Ibagué y demás municipios sin ideas para el desarrollo regional, y viceversa. Tal enfoque nace del carácter sistémico del territorio o sus complejos tejidos (social, cultural, económico, recursos) que, potenciados, producirían sinergias. Así entonces el desarrollo del Tolima es concepto integral y complejo y no atávico embeleco electorero donde se prometen insignificancias y no trasformaciones. Esto explica por qué buen político es quien ve el bosque y no un árbol adonde arrimarse para pelechar. Segunda: el desarrollo regional exige una nueva cultura política y un liderazgo colectivo, no aspirantes por doquier que, dispersos, sin pensamiento disruptivo, con avales artificiosos y propuestas paliativas y efectistas, se presentan como redentores. Esto es caudillismo añejo y necio y no liderazgo renovador. Tercera: Los tolimenses somos “tres millones” (recuerden la diáspora) que no merecemos estar uncidos a yugos partidistas paralizantes, pues nuestra voluntad debe ser libre y centrada en el propósito común de lograr la prosperidad regional. Cuarta: los partidos tradicionales son “sepulcros blanqueados” y por lo mismo nefastos para el desarrollo regional, pues solo tutelan atraso mental y económico y ardides electorales y, por ende, deben substituirse por otras formas de organización política.

Quinta: La denuncia es útil como forma de control político, pero no es el proceder correcto para pensar y liderar la construcción colectiva del desarrollo regional y, de ahí, tanta ojeriza y despiste político.

Sexta: Una sincera y efectiva conversión debe desembocar en un movimiento con proyecto político y vocación de poder para trasformar la realidad regional y por ello todo líder político disruptivo debe emanciparse del arcaísmo político y, con espíritu comunitario y no cicatero, ser promotor de la nueva política. Solo así dejáramos de recular al ritmo de la retórica vana y surgirá un liderazgo colectivo capaz de construir desarrollo. El tema seguirá ventilándose dado el ciclo electoral. Que en 2019 el desarrollo regional sea un propósito de todos.

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