Sobre inteligencia y liderazgo colectivo

Alberto Bejarano Ávila

Progreso y modernidad o frustración y atraso, esa es la gran disyuntiva del Tolima y por ello sería injusto que la actual generación de tolimenses no se preocupara por hallar los porqués de nuestro atraso que, a juzgar por el anquilosado y caótico cuadro clínico de las realidades socio-económicas, es mal añoso y aparentemente incurable. En lo hasta ahora indagado no he hallado ningún análisis serio de causalidad sobre el retraso regional y por ello aventuraré, como hipótesis, la “disritmia del cerebro colectivo o social”, que creo es su causa principal.

La hipótesis señala que nuestra discapacidad no deriva de falta de inteligencias individuales, de por sí irrefutables, sino de la grave malformación del carácter que hizo del egocentrismo o individualismo un rasgo social preminente que logró abolir el precepto de que “el hombre es un ser social por naturaleza” (Aristóteles) y substituyó la virtud sociológica del liderazgo colectivo por el caudillismo utilitario. Así se alteró el ritmo de lo social, pues sin inteligencia y liderazgo colectivo, la inteligencia individualista procrea la pugnacidad o el salvaje “sálvese quien pueda” que da lugar a que “el hombre sea un lobo para el hombre” (Hobbes).

Es innegable que mientras muchas regiones del país y del mundo avanzan en prosperidad, ciencias, innovación, bienestar, solidaridad, grandes emprendimientos y más logros que las hacen dignas del encomio universal, nosotros, para no parecer aguafiestas o altaneros y sin saber que el cuasi silencio atiza malas conductas, solemos hablar pasito de ese carácter que a veces parece cantinflesco, otras canibalesco, pero siempre hiriente y caricaturesco y que se revela justamente en actitudes propias del subdesarrollo: descalificación del otro, viveza, envidia, ojeriza, politiqueo, abuso del poder, intolerancia con la idea ajena, mediocridad en la gestión pública y más máculas que, esas sí, se reproducen a gran velocidad y sin control.

Prueba de lo anterior sería que mi mal hilvanada hipótesis sea descalificada tildándola de dislate y no se acepte como denuncia de lo que mal sucede y bien debe corregirse, so pena del atraso de por vida. De algún modo, lo dicho explica aquel problema de mentalidad que tanto alegamos pero no podemos remediar, pues es como un software que programadores del comportamiento nos instalaron a remoto y que actualizan permanentemente para que casi todos propiciemos la desavenencia interna que permite la dependencia externa. Quien coloquialmente recomienda cambiar de chip seguramente percibe, así sea borroso, que tal como pensamos y obramos no iremos a ninguna parte y solo caminaremos en círculo (¿no es eso lo que hacemos?).

La solución es fácil pero larga de explicar y la resumo en que requerimos otra programación mental para reconocernos como comunidad territorial que toma posición nacional desde el interés regional.

En síntesis, la “disritmia del magín social” es curable, pero el artero software ya dirá que esta es idea pendeja e instará a los dirigentes políticos a profesar al gatopardismo… “que todo cambie para que todo siga igual”.

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