Alquimia electoral en el siglo XXI (II)

Alberto Bejarano Ávila

En la parte inicial quise contrastar el orden moderno, democrático y científico del siglo XXI, versus el orden socio-político medieval y la creencia esotérica de la alquimia que pretendía convertir metal innoble en oro. Con este contraste buscaba saber por qué, si el pensamiento y las instituciones evolucionaron a lo largo de los siglos, hoy vivimos una paradójica similitud de mixturas que, esas sí, hábilmente transforman lo innoble en votos y los votos en oro. Esa inaceptable paradoja podríamos romperla, al menos en el Tolima y para ejemplo nacional, con una insurrección mental que nos libere de taras arcaicas y nos permita crear relaciones informadas, civilizadas y sinérgicas para construir realidades modernas y justas.

Para entender el alcance de esta insurrección mental, pienso yo, debemos comprender que en esencia políticos somos todos o que de la política nadie puede sustraerse y que mientras despreciemos las ideas y seamos obsesivos por las elecciones, la politiquería seguirá siendo nuestro karma, la democracia una utopía y el atraso una realidad creciente. Igual debemos aceptar que todo cuanto sucede en política, economía y otros campos, y que nos perjudica, es lo que da o permite la tierra y que la tierra somos todos y no los buenos y malos, porque, mientras así pensemos, no habrá inteligencia colectiva y la región “estará muerta”.

Así sea atrevido, cosa que creo se me perdonará, debo decir que extraña y decepciona que en el Tolima pareciera que el tiempo no pasa, todo es inercial y nada sorprendente sucede, a juzgar por los decrecientes índices económicos y los crecientes problemas sociales y por ello “el lúcido ejercicio dialéctico” de la elección territorial 2019 sería el momento ideal para responder sí hemos sido responsables con las nuevas generaciones, sí sufrimos un desvarío colectivo, sí nos están alienando y convirtiendo en territorio pasivo o sí “todo marcha viento en popa” y tontos y alarmistas somos unos pocos. Según lo concluido, podríamos optar por continuar como venimos o producir aquella insurrección mental para romper paradigmas.

Reconocer que todos somos la tierra y que la tierra “anda de capa caída” nos permite culpar a “los de arriba” pero sin evadir nuestras propias culpas por omisivos, indolentes, gregarios y testarudos y de ahí que sólo con carácter, sinceridad y autocrítica, todos podríamos ser la moderna “piedra filosofal” que transmuta lo innoble en noble, el caudillismo en liderazgo, la pobreza mental en inteligencia colectiva y espíritu de superación, la egolatría en cohesión social, el diálogo en acuerdos y los acuerdos en progreso real.

Atrás aludí al “lúcido ejercicio dialéctico”. Era ésta una manera, digamos que punzante, de sugerir que ahora, en pleno proceso para elegir dignatarios, no reincidamos en el primitivo y vacío guion de campaña e intentemos llenar de contenidos pertinentes y serios la oratoria electoral. Si en verdad queremos un Tolima moderno, entonces más ideas y menos obsesión electoralista. Por favor, paremos la decadencia y hagamos del Tolima tierra promisoria.

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