Propuesta disruptiva para un acuerdo regional (IV)

Alberto Bejarano Ávila

Definido el modelo intersectorial (social, económico y académico) y bajo la premisa de que en política suele prometerse mucho y salir con nada, porque se desconoce o no se reconoce que el entorno regional es sistémico y por tanto pluridisciplinario, resultaría útil una lectura común del desarrollo en ese entorno que nos permita entendernos políticamente y por ello la mesa intersectorial, como tarea prioritaria, debe redactar una definición consensuada del desarrollo y sus alcances. El desarrollo no puede seguir siendo un acertijo caprichoso.

La segunda tarea del aparato intersectorial sería la de convocar a los líderes representativos de cada sector y subsector económico, social y académico, a precisar sus privativas visiones y sus proyectos y a asistir a la mesa tripartita a sustentarlos, correlacionarlos y autorizar su compilación, para que así emerja el gran proyecto social, económico y ambiental del Tolima (el proyecto político regional) que, una vez aprobado en una histórica asamblea de sectores, inauguraría otra lógica política capaz de transformar radicalmente el discurso programático, no en las elecciones de 2019, pero sí en 2023, año en que el cambio empezaría a ser real.

Como tercera tarea, la mesa intersectorial debe proponer una pedagogía y trazar directrices para elegir dignatarios éticos e idóneos para gestionar los presupuestos de inversión pública que, siendo vitales y sagrados, no son la médula del desarrollo regional. Asimismo, debe fijar indicadores de seguimiento a las grandes variables: pobreza, desempleo, calidad ambiental, equidad y bienestar social, inversión pública, balanza comercial, producción agroindustrial e industrial, infraestructura, ahorro público y privado, innovación, avance empresarial, etc.

Cuarto: Los dirigentes sectoriales deben asumir colegiadamente la construcción de la visión estratégica integral del desarrollo regional (no sólo económica) y empoderarse para hacer cierto ese desarrollo (Quinta idea fuerza). En el imaginario tolimense y por sabidas razones, hoy aceptamos que la “batuta” del desarrollo la lleven los políticos y dignatarios públicos y vemos normal que los líderes sociales, económicos y académicos solo asuman roles pasivos sugerentes o suplicantes. De esa alteración de roles, el histórico desastre del Tolima.

Al servidor público (que no mandatario) atañe ejecutar los diversos planes de inversión y por tanto la eficacia de su gestión se origina en la integralidad, claridad y calidad de la visión estratégica ideada por los legítimos agentes de desarrollo. Gobiernos progresistas, políticos decorosos, eficaz control fiscal y sólido peso político nacional, no proceden del hablantinoso populismo sino de los visionarios y orgánicos actores sociales, económicos e intelectuales.

Para que haya armonía, innovación y crecimiento en el quehacer regional, son estos actores los que deben llevar la “batuta” del desarrollo, cosa distinta al sonsonete arrítmico y liviano que nos tiene estancados. Un simple cambio de roles y todo cambiaria para bien de todos.

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