El facilismo ideológico y sus inútiles recetas caseras

Alberto Bejarano Ávila

Con ideas no se consiguen votos y sin ideas ninguna sociedad puede avanzar hacia estadios superiores de progreso. Ésta tragicómica paradoja debe superarse para no falsear la política creyendo que los practicantes del politiqueo son expertos en política, elogiando la nimiedad conceptual y evitando debatir acerca de qué es lo políticamente correcto en la perspectiva estratégica del desarrollo regional. Ésta usual tergiversación arrincona la imaginación y hace que retrocedamos y les neguemos oportunidades a las sucesivas generaciones.

En cuatro artículos anteriores sugería cómo solucionar tan grave paradoja a partir del 2023, tarea que debería empezar ahora, cuando los candidatos se aprestan a prometer soluciones a graves problemas sociales (empleo, salud, educación, seguridad, movilidad, etc.) apelando al facilismo ideológico y sus inútiles “recetas caseras”, olvidando que la problemática social se origina en históricos desajustes estructurales que la política seria tendría que esclarecer, denunciar y corregir, pero que, justamente, aquella tragicómica paradoja no lo permite.

Ésta negación del pensar positivo moverá la dinámica electoral, es decir sufriremos otra vez el rimbombante e inconsistente zaperoco retórico o la consabida “carreta” y nos negaremos a dialogar sobre un modelo de desarrollo regional. La sumisión a los dictados del desmadre nacional y la falta de derroteros propios impide creer que la campaña del 2019 sea generosa en ideas y espíritu unitario y, para refutar tal credo, los políticos podrían romper la paradoja valorando más al Tolima y menos al centro, aquilatando sus discursos, costeando más ideas y menos tamales e imaginando un futuro digno y próspero para todos, incluidos ellos.

La elección regional debería ser un gran diálogo entre hermanos y no una patética comedia, pero ello es imposible si el motor del querer político es la sordidez nacional y no la identidad regional, pues así nada nos unirá y todo nos dividirá, los énfasis lo fijarán caudillos foráneos o dogmas y no el talento regional, no habrá posiciones sino sumisiones frente a las rancias hegemonías, el acervo teórico de los candidatos se expresará en frases de cajón y el Tolima siempre será ocaso y no aurora. Así, siendo lo deseable, no hay lugar para el optimismo.

Creo que hablo solo (el “discurso privado” en sicología) y que además soy ingenuo al insistir en que el deber de construir progreso regional define el por qué y el cómo nos relacionamos con los poderes centrales. Antioquia, Valle, Santander, la Costa, tienen claros sus intereses (?) y por ello interactúan de “de tú a tú” con el centro, mientras que acá muchos están 100% embebidos con la tramoya nacional o dedicados a invocar míseras ayudas y pocos pensando el Tolima. Seremos triviales mientras creamos que las culpas y los remedios están en Bogotá y no ocupemos nuestros tiempo, digamos, en un 80% a pensar y construir progreso regional y un 20% a pensar y trabajar políticamente para que el país y el mundo, en vez de alienarnos y oprimirnos, nos ayuden a crecer.

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