Flaquezas de la memoria

Alberto Bejarano Ávila

Por convocatoria de la Cepal Colombia, durante los días 20 y 21 de noviembre se realizó en Ibagué el “taller Tejidos territoriales”, cuya temática alguien juzgó de novedosa y vital para el futuro regional a la vez que lamentaba la no asistencia de más dirigentes tolimenses. Por buenos oficios de un amigo de Bogotá, cercano a la Cepal, fui gentilmente invitado al taller, pero el mensaje llegó tarde y ello me privó de una gran oportunidad de actualizar conceptos y enfoques, más sociológicos que económicos, sobre el desarrollo territorial o endógeno.

Decía la nota conceptual contenida en el correo: “El objetivo del taller tiene como propósito abrir un espacio de diálogo entre los distintos actores del territorio para discutir y compartir conocimientos sobre iniciativas sostenibles que configuran los territorios rurales-urbanos. Busca reunir distintas experiencias del territorio y facilitar la creación de redes entre actores públicos y privados”. Realmente el tema es vital pero no novedoso, pues en 1996, se realizó en Iguaima el “Laboratorio Integrado de Desarrollo Regional Lider”, evento que dirigiera Sergio Boisier, uno de los más ilustres pensadores de lo regional y experto en investigación y gestión territorial del Ilpes, un “organismo que forma parte del sistema de la Cepal”.

En aquella época no solo compartimos con Boisier y otros académicos pláticas informales sobre experiencias de desarrollo regional, como Biobío (Chile) o ejemplos como el Pacto de Ceara (Brasil), igual se publicó, entre más textos, el libro “Iguaima el futuro posible”, cuyos coautores, entre otros, fueron los profesores Miguel Espinosa, Andrés Rocha, Jaime lozano, David Moreno.

En este manual, coordinado por Jairo Arias, escribí, en un aparte del prólogo: “¿Qué hacer?, este ha sido el interrogante para quienes no aceptamos una condición pasiva en espera de hechos providenciales. La construcción de región es la respuesta”.

En aquel tiempo también se editaba la Revista Signos & Hechos, con tiraje mensual de 30.000 ejemplares, revista que trataba del examen de la territorialidad tolimense, su cultura y su compleja realidad; también se trabajaba arduamente para tener un aparato financiero que operara parte del ahorro regional para apalancar el desarrollo endógeno. En fin, hace más de tres décadas estábamos construyendo la región tolimense, y no solo teóricamente, o sea hablando y hablando, sino con la práctica consecuente, es decir, diciendo y haciendo.

Se apreciará entonces que, desde la perspectiva sociológica, el tema del tejido territorial en el Tolima tiene varios lustros de lucha, pero, dada la flaqueza de la memoria o la fatal suerte de los profetas en su tierra, parece que por épocas el esfuerzo del pasado se borrara para que la retórica economista, electoralista y populista que nos aferra al atraso aliene y haga olvidar que, ante el qué hacer, la construcción de región es la respuesta”. Tal vez en 20 años y en buena hora, la Cepal convoque a otro taller que los contemporáneos del 2040 juzgarán de novedoso y vital para el Tolima y así se cerraría otro giro del círculo vicioso.

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