Aprender a decir adiós

No les mentiré, abordé con muchísimo escepticismo la lectura de “Las Garras del Águila”, séptima entrega de la serie Millenium que iniciaría por allá en 2008 con “Los Hombres que No Amaban a las Mujeres” del difunto Stieg Larsson, por culpa del final tremendamente gris con el que David Lagercrantz cerró la segunda trilogía en “La Chica Que Vivió Dos Veces”. 

Y así también vale

Está siendo una temporada de huracanes para los premios literarios en España.

Caleidoscopio identitario

Los libros de Jon Fosse están cotizados al alza desde que en octubre pasado la Academia Sueca le concediera la tan codiciada inmortalidad literaria con el Premio Nobel de Literatura. En aquellos primeros días sus obras esenciales fueron difíciles de encontrar, tanto en la sección de novedades de las librerías como en el mercado secundario, donde los especuladores que apostaron por sus letras con anterioridad a dicha consagración pretendían sacar tajada atraídos por tamaña oportunidad. Por suerte, la joven editorial De Conatus ha estado a la altura del desafío, como el año pasado lo estuvo Cabaret Voltaire con el nombramiento de Annie Ernaux, y ahora toda Hispanoamérica podrá disfrutar de este gran autor.

Hacia la evanescencia

Algunas veces, y la mayoría de ellas sin quererlo, uno deja atrapados a ciertos autores que le llaman la atención en el limbo nebuloso de la no lectura simplemente porque sí.

LA DOLOROSA EFIMERIDAD DEL LECTOR

Algunas semanas atrás, Amylkar Acosta, aquel político con alma de literato, compartió con todos sus asiduos lectores la decisión de donar al Banco de la República los 5.000 tomos que componen su biblioteca personal.

Las trampas de la nostalgia

Los galardones literarios nunca dejarán de ser aquel efervescente espacio donde opinadores de todo tipo se engancharán hasta la extenuación por el mérito de los ganadores en polémicas tertulias amenizadas con café. Aunque, por mucho que uno pueda discrepar sobre los criterios del jurado para encumbrar a tal o cual autor, hay una virtud inescindible a su nada pacífica labor (y, ahora que lo pienso, es la razón principal por la que disfruto siguiéndolos con fanatismo casi deportivo) y es la facultad de éstos para introducirnos a nuevos escritores de latitudes improbables que, sin tan poderoso espaldarazo, muy posiblemente nunca habrían conseguido infiltrarse en la burbuja de títulos con la que la distribución editorial a gran escala envuelve a las librerías.

Una atinada flexibilización

Hace cosa de un mes la Universidad de Columbia tomó una de las más trascendentales decisiones en materia literaria de lo que va de año, aunque paradójicamente a muy poca gente pareció importarle. Y es que, tras más de un siglo de historia, la junta directiva del prestigioso Premio Pulitzer daba carpetazo a la regla centenaria que limitaba el criterio de elegibilidad en la categoría de novelas de ficción a autores que contaran con la nacionalidad norteamericana y, por ende, a partir de la primavera de 2024 aceptará manuscritos de escritores con residencia permanente en los Estados Unidos o que tengan allí su hogar principal desde larga data. Una más que necesaria enmienda estatutaria para un galardón creado por un editor originalmente nacido en Hungría.

Un juego que va muy en serio

¿Sabía usted que la industria de los videojuegos facturó en 2022 más que las de la música y el cine juntas? Lo sé, a mí también me estalló la cabeza cuando me enteré, pero no tanto por la monstruosidad de sus números sino por un sencillo detalle de tremenda sutileza: no lo parece en absoluto.

El gran momento de Ling Ma

Desde hace ya cosa de algunos años, en el universo cultural venimos presenciando el surgimiento de una corriente artística que con el tiempo parece consolidarse, particularmente por el atractivo mercado en suspensión que ha conseguido sacar de su letargo y hacerlo emerger hasta la superficie.

La corrupción cotidiana del discurso

Aquellos que han seguido con atención la carrera bibliográfica de Byung-Chul Han, nuestro filósofo coreano favorito, a estas alturas ya estarán absolutamente acostumbrados al modus operandi de distribución de sus obras y, por eso, no debería sorprenderles que, cuando menos se lo esperan, algún nuevo destilado de su pluma aparezca traducido como una exhalación en la vitrina de su librería de confianza e, inmediatamente, sientan la imperiosa necesidad de dejar a un lado lo que estén haciendo para leer, en una sentada y del tirón, otra de sus interesantes introspecciones. Una tarea que, con toda certeza, les dejará el cerebro congestionado de tantas inquietudes que deberán deglutir en tránsito lento hasta el año siguiente, cuando este literario ciclo vicioso se repita.