Protocolo

Con la pátina que me da el haber asistido a largas jornadas de protocolo en el ya olvidado palacio de San Carlos, bajo la severa mirada de los nunca bien lamentados Leopoldo Montejo y Casas Manrique, me dirigí a la posesión de los nuevos dignatarios de la región, para trabajar de memoria, ya que Martha Cruz se apropió de mis apuntes.

Quería ver si en estas calurosas tierras se seguían las rigurosas normas internacionales de protocolo. Habida cuenta de que la primera dama alterna del departamento es la única émula en el manejo de tan profundos arcanos, dada su prolongada estancia en el viejo continente y su cercanía con la casa de Lampedusa y Agnelli.

Lo primero que hice fue mandar a la lavandería mi albo atavío, copiado del vestuario ceremonial del profesor Chamorro y el comandante Palomino, que por cierto fueron “caspiados”. Buscaba con ello mitigar el insoportable sofoco que se produce en el teatro Tolima desde la última remodelación de “Carlos Robando”, pero jamás me imaginé lo que iba a presenciar, un espectáculo apenas digno del circo del sol del Guamo, pues para el efecto designaron a John Granalli, cuyos antecedentes en estas gestas se limitaban a la selección de Miss Tanga Tolima, en Comfatolima.

Hubo actos de magia, tragafuegos, contorsionistas, mujeres barbadas, equilibristas (sobre todo políticos). El escenario adornado con primorosos cortinajes con las banderas nacional y departamental y un tenor generosamente cedido por la coral y aleccionado por Jairo Alberto, que fue el único que se supo el himno de Ibagué, claro que a su compositora tampoco la invitaron.

Al escenario subieron representantes de todas las generaciones cercanas a los posesionados y desde la última vez que estuve en la ciudad de hierro y monté en “la Tacada” no había visto sentados tan particulares.

No me refiero al departamento sartorial, pues había desde el largo nocturno parisino, hasta la mini, usual en el Tereque o en la Divina Envidia en el fin de semana.

A los discursos no me refiero porque preferí echarme un motoso, pues ya me los sabía y cogí fuerzas para apostarme a la salida para que uno de los fieles integrantes de mi unidad investigativa averiguara quiénes eran los integrantes de los nuevos gabinetes y ¡oh!, sorpresa me topé con Rubencho y su habitual gallada de fútbol y ciclismo, encabezada por Mocetón y “El Renegado”, a quienes les fue negada la entrada por ir en camisas de Lumitón.

Algunos acudieron con traje a rayas, pero no se vaya a pensar que era la delegación de la Picota, sino de aquellos que siguen las tendencias de la moda inglesa, en fino terlenka.

Como la mayoría, me perdí el concierto, ya que no soporté la alta temperatura y salí en busca de un raspao de los que venden en frente a Kokoriko, pero ese día la Policía había despejado inexplicablemente la vía y tomé rumbo a mi casa, pues no clasifiqué para la fiesta de El Totumo. Y me fui haciendo loas a la democracia que nos cobija.

Credito
CHOLAGOGUE

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