Aprovechándose de mi ignorancia

“Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”, máxima sabia del libertador Simón Bolívar, quien hacía una clara alusión a que el dominio ejercido por los españoles en estas tierras estaba cimentado y reforzado en la ignorancia y el oscurantismo de todo un pueblo que no era capaz de luchar por sus propios derechos en calidad de seres humanos libres, autónomos y pensantes.

Podríamos inclusive afirmar que la ignorancia es aquello que nos pone en desventaja sobre quienes tienen el poder del cono­cimiento.

Son innumerables los casos de ignorancia que han llevado a que pueblos enteros sean sometidos y engañados por siglos y siglos. Inclusive el que tiene el poder del conocimiento se aprovecha de la mejor forma para sacar partido a esa ventaja que le significa el poder manejar temas específicos frente a un conglomerado que no tiene la menor idea de lo que se está tratando y, por ende, debe creer ciegamente en todo lo que le digan.

Extrapolando la frase del Libertador, ese es el pueblo ignorante al que hacía referencia al comienzo. Un pueblo que desconoce temas particulares y aquel que los gobierna y que sí los maneja a la perfección, puede subyugar voluntades y sacar provecho por esa ignorancia que tiene todo ese pueblo.

Un contexto parecido a este sobre la ignorancia en ciertos temas que no manejan las personas del común ha sido utilizado por años y años para engañar y explotar descaradamente a millones de usuarios del sistema financiero colombiano. El tema de las tasas de interés y su aplicación es un ejemplo diciente del escenario planteado al inicio de esta columna.

El sistema financiero colombiano, aprovechándose de la ignorancia de sus usuarios frente al tema de las tasas de interés, les ha permitido como sistema sacar el máximo de utilidades, lo que lo ha conllevado a ser uno de los mejores negocios “lícitos” en los últimos años en nuestro país.

Los usuarios del sistema, al desconocer en su gran mayoría el tema referente a la aplicación y equivalencias de las tasas de interés, son prácticamente obligados a cancelar mucho más de lo que debían pagar cuando se les pactan las tasas de interés correspondientes.

De un caso parecido a este fui víctima hace un par de años cuando, en el extracto de una tarjeta crédito de un almacén de grandes ­superficies de la ciudad, pude constatar que se me estaba aplicando una conversión de tasas que eran un engaño, ya que su aplicación no obedecía a los parámetros establecidos en ­Colombia para la aplicación de tasas equi­valentes.

En un derecho de petición a la Superintendecia Financiera, fue reconocido que se estaba engañando a quienes tenían esta misma tarjeta de crédito. Retomando las primeras líneas de esta columna y si no hubiera tenido el conocimiento sobre el tema de las tasas de interés, aún hoy en día estarían aprovechándose de mi ignorancia.

Credito
ASDRÚBAL II ROCHA LENGUA

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