Seguridad ciudadana, jóvenes y spa

Para hablar del consumo de drogas y de su consecuencia en jóvenes y adolescentes, es necesario hacer algunas distinciones: ni todo consumidor es drogadicto, ni todo consumo en el que no haya dependencia, es inofensivo.

Bajo estas premisas podemos adelantar un debate desapasionado pero sinceramente comprometido con una realidad que afecta a nuestro país: me refiero a las noticias de las últimas semanas que involucran a jóvenes y adolescentes en causas criminales y alarmantes episodios de violencia.

La relación entre jóvenes y delito necesita cruzarse con una variable que no ha sido medida con suficiente rigurosidad, pero que aparece como una constante: el consumo de drogas. Es un hecho comprobado que las drogas, no afectan únicamente al individuo sino que también afectan la salud social; es decir, su familia, sus amistades, sus vecinos y a la comunidad en general.

Al impactar la salud social, estamos hablando de una grave relación entre seguridad ciudadana, delito, jóvenes y sustancias psicoactivas. Efectivamente, el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Adolescentes en Conflicto con la Ley en Colombia de 2009, indica que existe una relación entre tipo de delito y tipo de droga consumida: la marihuana parece estar estrechamente relacionada con delitos contra la propiedad intelectual, delitos de drogas y daño a bien ajeno; las pepas se asocian a documentos falsos y delitos contra la propiedad intelectual; la cocaína se relaciona con delitos de narcotráfico y armas; el alcohol está ligado al hurto; los inhalables con daño a bien ajeno, documentos falsos y lesiones personales; y el bazuco, con lesiones personales, violencia intrafamiliar y daño a bien ajeno.

No nos equivoquemos al sacar conclusiones: El problema no está en los jóvenes consumidores de drogas. Es evidente que la mayoría de ellos, responden a estructuras familiares fragmentadas, altos índices de desempleo, falta de oportunidades para una educación de calidad, violencia intrafamiliar y promoción del delito en su ambiente más cercano.

Más allá de delincuentes, son víctimas de un Estado que los abandonó o que llegó demasiado tarde y lo peor, son parte de una sociedad que no los espera de vuelta, y que en vez de reincorporarlos los condena al olvido.

Credito
JUAN MANUEL GALAN (*)

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