Berracundeo: Museo con doliente

Pocas cosas causan tanto desprecio en el mundo académico como la deshonestidad intelectual.

Hace algunos años una profesora de la UT, que afortunadamente ya no está en la alma máter, fusiló unos poemas del escritor Humberto Cárdenas y ante las críticas se mostró feliz, argumentando que eso le ayudaba a mejorar la venta del libro.

No faltaron los que le preguntaron que otra vaina no tan descubierta tenía en venta, ni los aplausos de sus colegas. Ahora, aparece un emérito ganando indulgencias con oraciones de sus estudiantes, que publica como suyas con dineros de la UT. El tema es que el agua moja en el museo de la universidad desde hace rato y por eso dejó de cumplir sus objetivos.


Un profe de tiempo completo comparte este con el Valle y es el mismo personaje que en derroche de su calidad humana, agradeció unas donaciones al museo con una falta de respeto. Lo curioso es que el donante fue quien le puso como condición al rector Parga Cortés, para ingresar a dirigir la biblioteca, que le permitiera iniciar un museo y un programa de Bibliotecas Públicas.


La primera obra arrancó de inmediato con herramienta prestada por el Batallón Rooke y el trabajo documental de Ligia Azuero y la ayuda de los conductores asignados.


Poco tiempo después se amplió el espacio para los tiestos con la sala de profesores. Uno de los primeros curiosos fue Heriberto Prada, auxiliar de un biólogo del equipo que descubrió la vitamina K. Este joven solicitó se le permitiera ser compañero de viaje y regresaba a su laboratorio con frascos llenos de bichos.


Después de una simpática aventura en la vereda San Buenaventura de Purificación y luego de recibir información del profesor Socarras, director del Núcleo San José de Dolores, sobre una piedra de amolar con figura humana, se armó viaje y se visitó el sitio de donde habían sacado el pedazo de  escultura.


Llegaron las primeras piezas del cementerio de Ambicá y se fue a colaborar un profesor de Bellas Artes, quien dijo haber sido auxiliar de Silva Celis (algo nunca comprobado y posteriormente negado por el mismo Silva Celis).


Con las primeras fotos tomadas por el director de las bibliotecas, con rollos comprados por él mismo y reveladas por el fotógrafo Jordán, aparece un profe diciendo que quería aprender. Ya eran tres los profesores metidos en el cuento. Cuando el bibliotecario se retira de la U llevándose sus fotos y ninguna de las piezas de oro, piedra y cerámica por él extraídas. El agua siguió mojando. Se le puso zancadilla al maestro Angulo para no dejarlo ingresar al museo, que se entró a manejar con vuelo corto. Iniciaron lo iniciado y descubrieron lo descubierto. Incienso ventiado. Y en un ratico de tiempo, material para un anónimo en el cual se afirmó, que quien tomó las fotos de las piezas del museo, se había robado el archivo del mismo. Anónimo que distribuyó un alcalde medio paraco en Dolores y por seguridad obligó al paciente a abandonar el municipio.


Curioso el emérito seguimiento al trabajo del paciente - Real de Minas del Sapo, Valle de San Juan, Alpujarra, Dolores- y que le sigan  metiendo agua con dineros de la UT a un museo inundado.  


Bien les caería una financiación para que descresten con el corredor de Arte Rupestre Purificación - Prado – Dolores – Alpujarra, trabajo ya realizado. No caería mal una investigación para conocer de méritos logrados con trabajos escopetiados, trabajos fusilados a estudiantes y plata perdida en deshonestidad intelectual.

Credito
HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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