Del Tíbet al Jurassic latinoamericano

David Héctor Galeano

El presidente Alfonso López, se refirió a Colombia como “el Tíbet latinoamericano”, debido a su aislamiento internacional, como consecuencia de la subordinación a las directrices de Washington. La coyuntura actual, hace pensar que retornaremos a un escenario de sujeción incondicional a los mandatos de la Casa Blanca, con el agravante que el líder de la política exterior de los EE.UU., está sumergido en una realidad paralela que ha llevado a los funcionarios de alto nivel a temer por el futuro de la potencia.

Desde el 7 de agosto, el presidente decidió cursar un sinuoso camino que desvirtúa la imagen presentada en la campaña, erigida sobre su juventud y como una alternativa para la renovación política. No faltaron las voces que comparaban al candidato con Trudeau, el mandatario canadiense, que tomó la decisión de asumir con responsabilidad y madurez sus promesas de campaña. No es casual que valientemente apoya las políticas feministas, la recepción de inmigrantes y la población Lgbti.

Por su parte Duque, replanteó los postulados que convencieron a muchos electores: reducción de impuestos, continuidad de Ser Pilo Paga y la lucha contra la corrupción. Sin embargo, la realidad presenta un contexto diferente. Los impuestos subirán, el programa Pilo se terminará y la respuesta en la lucha contra la corrupción es el irrestricto apoyo a un cuestionado ministro y a Ordóñez como embajador en la OEA, no obstante que fue destituido de manera deshonrosa de la Procuraduría.

Para completar ese breviario, el presidente propugna por cerrar un frente de batalla en la lucha contra los cultivos ilícitos y el narcotráfico, golpeando, los puntos más débiles de la cadena: el campesino y el consumidor.

En torno a los cultivos ilícitos, es innegable que las hectáreas ascendieron en un 11% en el ultimo año, sin embargo, no es menos cierto que al final del Plan Colombia, se evidenció entre 2013 y 2014, un incremento de las hectáreas en un 44%, (oficina ONU para la Droga y el Delito).

Es decir, el contundente fracaso de una estrategia norteamericana que llevó al Estado colombiano a justificar el envenenamiento de sus fuentes hídricas, tierras fértiles y seres vivos, en la lucha contra el narcotráfico.

En la misma línea de acción, el ejecutivo decretará la incautación de la dosis mínima omitiendo una cruda realidad; el problema reside en los distribuidores no en el adicto. Dos medidas enmarcadas en lo punitivo y cortoplacista encaminadas a desconocer que el problema de las drogas ilícitas es estructural y por lo tanto requiere de políticas públicas a largo plazo desde una mirada muldimensional.

En conclusión, el presidente más joven de la historia tiene un retrovisor que lo guía para tomar sus decisiones, con lo cual obviamente no llevará a Colombia al futuro, por el contrario lo devolverá a un vergonzoso pasado.

Seguramente el presidente López dejaría de llamarnos el Tíbet y nos rebautizaría como la hacienda Jurásica de América Latina.

Analista Internacional

@hgaleanodavid

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