Una revolución municipalista

Guillermo Pérez Flórez

Ya lo hemos dicho, pero volveremos a decirlo una, dos y cuantas veces más sea necesario: la Nación no puede seguir pensando como Luis XIV, “el Estado soy yo”. No. La Constitución del 91 dice que el municipio es la entidad fundamental del Estado, y eso debe aceptarse y reconocerse no solo en la ley sino por la propia ciudadanía y dirigencia política.
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Parte de las múltiples crisis que padece el país tiene origen en el abandono estatal que sufren cerca de mil municipios, casi todos de ‘sexta categoría’ (según la clasificación actual), que atiende a las variables de presupuesto y población, sin tener en cuenta otras, como la geografía y la vocación económica.

En la mayor parte de esos municipios no hay Estado ni hay ‘mercado’. El Estado es casi una ficción, sus pobladores viven sin poder realizar los derechos fundamentales consagrados en la Constitución, desprotegidos y prisioneros de mafias políticas y de grupos irregulares, auténticos para-estados. 

Ahora bien, lo más grave es que quienes sufren los problemas no tienen a su alcance las soluciones, no son dueños de su propio destino, son ciudadanos de ‘tercera’. El problema es estructural. Por ello, se requiere de una reforma (no constitucional) que empodere a los municipios, dándoles mayores competencias y recursos, para que sus ciudadanos se hagan cargo de sí mismos, y puedan participar activamente de la vida política y económica del país.

Los municipios deben dejar de ser ‘menores de edad’ y emanciparse del centralismo que les oprime y condena al atraso. Augusto Trujillo Muñoz suele decir, con total acierto, que en Colombia sobran ministerios y faltan municipios.

Necesitamos municipios prósperos, y un desarrollo territorial nacional más homogéneo, menos injusto y desigual. Hay que ponerle fin a los cien años de soledad que ha prohijado el centralismo. Los municipios requieren presupuesto para fortalecer su infraestructura vial, hospitalaria, educativa, recreativa y de seguridad, a fin de poder promover el desarrollo, como lo ordena la constitución.

La revolución municipalista que propongo debe ir acompañada de una reforma electoral que devuelva la política a los ciudadanos, secuestrada hoy por los partidos. No está bien que en una democracia participativa éstos tengan el monopolio de la acción electoral, en detrimento de los movimientos sociales, ambientalistas, culturales y cívicos.

Hay que eliminar los avales partidistas como requisito para participar en elecciones municipales.

La degradación de la política y de los partidos tiene como una de las causas a dichos avales, devenidos en requisitos funcionales a la politiquería. Ya no se buscan compromisos programáticos o ideológicos, simplemente avales. 

Por supuesto que requerimos partidos fuertes y democráticos, y quitarles el monopolio electoral contribuiría a mejorar la calidad de la representación y de la gerencia pública, actualmente en situación calamitosa, debido a la politiquería. Muchos de los ‘líderes’ locales son sólo parásitos que buscan vivir del erario. Como desde los tiempos de Alexis de Tocqueville sabemos que los problemas de la democracia sólo se resuelven con más democracia, proponemos una democracia de ciudadanos con virtudes cívicas, como punto de partida para reconstruir a Colombia. A esa tarea me consagraré, si soy elegido senador. Necesitamos devolverle seriedad y contenido a la acción política.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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