El General que salió del laberinto

Guillermo Pérez Flórez

Hace cien años compitieron por la presidencia de la República (1922-26) dos generales de la Guerra de los Mil días: Benjamín Herrera (liberal) y Pedro Nel Ospina (conservador), quien resultó victorioso. Los liberales hablaron de fraude, de coacción oficial e interferencia partidista de la Iglesia, y un sector de esa colectividad quería volver a las armas, como era usual.
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En ese ambiente prebélico se llevó a cabo en Ibagué una convención del partido Liberal, liderada por Herrera, electoralmente derrotado pero jamás vencido. El General era la figura más representativa del liberalismo, y se propuso que de la Convención de Ibagué salieran las “nuevas tablas de la ley del liberalismo colombiano”.  Ésta se ocupó de diferentes asuntos, entre otros del voto de censura en el Congreso, de la elección popular de alcaldes, de la mejora de la condición civil de la mujer casada y de la intervención del Estado en la economía. 


Herrera se opuso tajantemente a que el liberalismo volviera a empuñar las armas, y fiel a sí mismo, en concordancia con lo dicho veinte años atrás, cuando firmó el tratado de paz que puso fin a la Guerra de los Mil Días, siguió pensando que la patria estaba por encima de los partidos. En su lugar, se echó al hombro la fundación de la Universidad Libre, obedeciendo al mandato de la Convención, recaudando dinero para darle vida. Tenía 72 años. Un bello ejemplo de compromiso patrio. Luego, fue elegido presidente de su Consejo Directivo. Pensaba más en las futuras generaciones que en las siguientes elecciones. De hecho, el liberalismo no participó en las del 26 por falta de garantías.


Para celebrar el centenario de tan celebérrimos acontecimientos, la Universidad Libre, de la cual soy orgullosamente egresado, ha organizado un acto que tendrá lugar en Ibagué el próximo martes en el Teatro Tolima. Es un hecho a destacar. La Libre acogió en su cuerpo profesoral y directivo a egregias figuras de la política y el derecho, Darío Echandía, Jorge Eliécer Gaitán, Miguel López Pumarejo, Germán Zea Hernández, Gerardo Molina, Tulio Enrique Tascón y Alfonso López Michelsen, entre otras, y creó un espíritu de tolerancia y una escuela de pensamiento que marcó una época de modernización. Han pasado cien años y es una de las principales universidades del país, con sedes en Barranquilla, Bogotá, Cali (la patria chica de Herrera), Cúcuta, el Socorro y Pereira. Mi más sincero reconocimiento y felicitaciones para sus directivas.


Lo paradójico y triste de esta bella historia es que mientras la Libre se mantiene en pie y erguida, el partido Liberal que la impulsó, es apenas un raquítico reflejo del pasado, sostenido principalmente por maquinarias electorales, aunque también, valga reconocerlo, por el apego de unas bases populares que aún esperan su reverdecer ideológico y organizativo. En esta hora de complejas dificultades que vive Colombia qué importante sería que la Libre se convirtiera en un centro de pensamiento de ideas liberales, que contribuyan a sacar el país de ese laberinto de corrupción, injusticia, violencia y politiquería en que se encuentra. Ojalá el espíritu generoso y sapiente del general Benjamín Herrera nos ilumine, y que desde el Tolima se comience a reconstruir un nuevo faro nacional. 

 

GUILLERMO PÉREZ

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