No morir en primavera

Guillermo Pérez Flórez

El suicidio de jóvenes en Ibagué se ha vuelto frecuente. Cada nueve días una persona se quita la vida. Esta semana fueron dos: una mujer de 26 años y un hombre de 32. Por respeto a los familiares, por el dolor que estarán sintiendo, omito sus nombres y no profundizo en sus casos, pero si estos suicidios no suscitan una reflexión colectiva sobre la situación de los jóvenes, entonces quienes vamos a necesitar psiquiatra somos nosotros, pues significaría que ya nada nos conmueve y que carecemos de empatía.
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El Puente de la Variante lo llaman ahora el ‘Puente de la vida’, para ser fieles a nuestra costumbre de utilizar eufemismos y no llamar las cosas por su nombre. La Personería y la Alcaldía han centrado sus esfuerzos no en atender las causas, sino en obligar judicialmente a la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) y a la alianza público-privada GICA a instalar elementos de protección para evitar que alguien se pueda suicidar. Como si el problema fuese que se quiten la vida en el puente. Una salida similar a la del marido cornudo que vende el sofá en el que le ponen los cuernos, creyendo que así superará la infidelidad de su mujer. De bueno, en enero pasado el Tribunal Administrativo del Tolima les dio la razón, y ordenó que además de las barreras, la Alcaldía realice un estudio sobre las políticas públicas en materia de salud mental, estableciera una línea de atención de emergencias y cámaras de seguridad para vigilar el puente las 24 horas. Hay gente más profunda. En marzo de 2020, la secretaria de Salud del municipio, y ahora candidata a alcaldesa, tras el suicidio de un joven de 19 años, dijo que el problema era “la falta de Dios en los corazones de la ciudadanía”. Y eso que en Ibagué hay más iglesias que escuelas y colegios.

Cada suicidio, por supuesto, es una situación particular. Existen, sin embargo, hechos que nos indican la existencia de una situación crítica, relacionada no solo con razones de naturaleza económica, también con la frustración que genera no encontrar oportunidades para tratar de realizarse y ser alguien en la vida. La ciudad no facilita la aventura creativa ni aprovecha la capacidad emprendedora de la juventud. No incita a soñar ni a hacer.  

Desde hace varios años, venimos advirtiendo que a la juventud solo le estamos dejando como opciones migrar, delinquir, montar una venta callejera o suicidarse. Han surgido alternativas, por ejemplo, volverse ‘prepago’ o mostrar las tetas a través de una cámara web, pero este tipo de ‘soluciones’ podrán alimentar el cuerpo, más nunca el espíritu. Hace algunos meses, el Centro de Estudios Regionales de la Universidad del Tolima lanzó una alerta sobre el reclutamiento de menores por parte de la delincuencia organizada. Afirmó que en 15 municipios se ha detectado el reclutamiento de menores de edad para la comisión de delitos como robo, sicariato o ser cobradores del gota a gota. Atraídos con droga y dinero ‘fácil’, caen en las garras de estructuras criminales. Algunos se inician a los ¡diez años! Vidas valiosas que tienen derecho a un mejor destino. Sospecho que los suicidios van a continuar, igual que otras patologías sociales.

P.D. A propósito del éxodo al exterior, el precandidato a la Alcaldía, Carlos García, denuncia que tramitar un pasaporte se volvió un negocio. Gobernador Orozco, ¿está enterado de esto?

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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