Redescubrir el territorio

Guillermo Pérez Flórez

Tras la consolidación de la Independencia, uno de los retos más importantes de los gobiernos era conocer qué tan extensa era la naciente república neogranadina y qué había en ella. El general Tomás Cipriano de Mosquera le pidió al italiano Agustín Codazzi en 1850 coordinar una comisión que levantara una cartografía del país y de las 23 provincias que la integraban. Nació así la Comisión Corográfica. Su antecedente más relevante fue la Real Expedición Botánica, dirigida por José Celestino Mutis, orientada a recolectar y clasificar la flora, empeño que terminó abrupta y violentamente con la reconquista comandada por Pablo Morillo.
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Conocer el territorio comprometió a las autoridades públicas y a los intelectuales nacionales y foráneos. En este ejercicio participaron ilustres viajeros, entre ellos Alexander Humboldt (el más célebre de todos), y un español más bien desconocido y olvidado, José María Gutiérrez de Alba. En el siglo XX destacan en tal propósito el alemán Ernesto Guhl y el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes, quien en los años cuarenta estudió las propiedades farmacológicas de muchísimas plantas y hongos de la amazonia. En 1982 el presidente Belisario Betancur propuso adelantar una segunda expedición botánica para celebrar el bicentenario de la expedición de Mutis y emprendió un nuevo proyecto, interrumpido casi tras finalizar su mandato.

Recientemente, la jurista Sandra Morelli se interroga sobre la pertinencia de conformar una nueva comisión corográfica, a la luz de las actuales tecnologías con satélites y drones, entendiendo que “En la actualidad no hay nuevas tierras por descubrir, la plataforma continental está ya suficientemente identificada y el conocimiento que sobre ese territorio se ha producido en el globo terráqueo es muy copioso”. Morelli rebate el hipotético anacronismo de la propuesta argumentando que: “La geografía, la topografía, la fisionomía y la vocación del territorio están en permanente cambio y evolución. Ni las montañas de entonces son las de ahora ni sus habitantes son los mismos”. El planteamiento fue recogido por la revista de la Universidad Nacional, reabriendo una interesante discusión. Quiero decir varias cosas. El Parque Nacional Sierra de Chiribiquete fue reconocido apenas en 1989 y como Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad en 2018, era casi un secreto. Otro aspecto a tener en cuenta es que el territorio es más que el suelo. Es también la gente, sus mitos y creencias, sus costumbres y saberes, lo cual aún no fotografían los satélites y los drones. No hay que confundir, pues, el mapa con el territorio. 

Necesitamos no una nueva sino varias comisiones corográfica. Muchos de los conflictos políticos, sociales y ambientales, y de gobernanza, hunden sus raíces en el desconocimiento sobre esta materia. Hay que hacerlo con los jóvenes, desde, con y para las regiones. Está bien que ellos aprendan de EE.UU., de Europa y de China, pero muy mal que desconozcan la historia, la geografía y la cultura del suelo en el que nacieron. Al hilo de esto, quiero comentarles que recibí de Hugo Patarroyo Murillo una bella monografía sobre Ataco (Tolima), que desteje viejos rumores sobre los orígenes del municipio. Es lo que hay que hacer. Felicitaciones. Nadie puede amar lo que no conoce, y menos defender lo que no ama. En la consolidación y prosperidad de las regiones está el futuro del país. Ese fue el sentido de la comisión corográfica. Muy valiosa y pertinente propuesta.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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