La sequía catalana

Guillermo Pérez Flórez

Dicen que solo los estúpidos aprenden por experiencia propia. No deberíamos esperar a quedarnos sin agua para entender su valor y la importancia que tiene en nuestras vidas, debería bastarnos con las tragedias que otros pueblos están viviendo ante su carencia. Quiero hablarles de la crisis hídrica de Cataluña a raíz de la peor sequía de su historia, que ha obligado a su gobierno (la Generalitat) a decretar el estado de emergencia y medidas drásticas. Algunas, casi inéditas.
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A partir de ahora, en Barcelona, Girona y otros 237 municipios, no se podrá gastar más de 200 litros de agua por habitante al día, ni regar jardines, lavar carros, limpiar las calles ni llenar piscinas, a no ser que sea con agua de mar o procedente de las plantas de regeneración. Entre las decisiones que podrían tomarse está bajar la presión en la red de suministro y transportar agua en barco desde otros territorios a Barcelona. La cosa se puso color de hormiga. 

La agricultura deberá restringir un 80% el uso del agua; la ganadería, un 50% y la industria, un 25%. Además, las previsiones meteorológicas no son halagüeñas, no solo por la falta de lluvias sino por las altas temperaturas, inusuales para esta época del año. Hace ¡cuarenta meses casi no llueve! 

Traigo a colación este asunto para que veamos hasta dónde se puede llegar si en Colombia no adoptamos medidas drásticas contra el derroche y el mal uso del agua. A raíz de mi artículo anterior, ‘La cosa va en serio’, en el que hablaba de los incendios forestales, de la mala gestión de este recurso y del cambio climático, varias personas me escribieron solidarizándose y comentándome casos de derroche en Ibagué, a pesar de que hay sectores como las comunas 7, 8 y 9 que presentan graves problemas de suministro, y que esta semana originaron bloqueos de vías por parte de la comunidad en El Salado. 

Insisto: el derroche debe tener consecuencias... hay que imponer multas. No más impunidad. Esto, desde luego, en nada se opone a una campaña de pedagogía ciudadana, que es urgente. El agua, como recurso vital, debe llegar a todas las personas. El punto es que tenemos pésima memoria. Recuerdo que durante la pandemia, a propósito de la campaña ‘Lávate las manos’, se descubrió que un millón de personas no tenían acceso a agua. Y eso en un país en donde hay agua en abundancia, da vergüenza.

Por increíble y distópica que nos parezca la crisis catalana, no está lejos de hacerse realidad en nuestro medio. Erika Palma, gerente del Ibal, argumentó que “la ausencia de lluvias y el incremento de las temperaturas han ocasionado la disminución del nivel de este afluente en cerca del 25%”. Hoy, 100 barrios sufrirán racionamiento. 

Hay que cuidar el agua. Y para ello proteger las rondas hídricas, los ríos y las quebradas, los páramos, los bosques, los humedales y los acuíferos. Por supuesto también, hacer algo que no hacemos: aprovechar las aguas lluvias, cuya precipitación es una de las más altas de Colombia. Si lo hiciéramos, nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza. No creo que en el trópico sea agradable tener que ducharse cada dos días, como tiene que hacerlo mucha gente en Cataluña. Hay que actuar, y actuar ahora. A no ser, claro, que estemos dispuestos a aprender por experiencia propia, como los estúpidos. 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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