Violencia y verdad

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

La violencia se inició en Colombia por problemas de tierras, desde la conquista siendo los indígenas las primeras víctimas. El Tolima es un ejemplo, especialmente Chaparral.
PUBLICIDAD

Allí se recuerda el asesinato del cacique Calarca por el capitán español Diego Ospina y Medinilla, a quien, como están las cosas, le debemos un pedestal estilo Belalcazar y López de Galarza. Pasó el auge de la quina y llegó el café cultivado por indígenas de la región y colonos de origen paisa. Cuando toma forma la explotación del café, los terratenientes inician el despojo violento de indígenas, pequeños colonos y terrajeros que comenzaban a pedir tierra, sin imaginar que las autoridades respaldarían a los violentos con la ayuda de chulavitas y pájaros conservadores. Por entre los rastrojos nacen las autodefensas, armadas de escopetas, peinillas y garrotes, que posteriormente se convierten en guerrilla.

El derecho a la vida y el instinto de conservación une a los campesinos, mientras el gobierno, los militares y los terratenientes también trabajan unidos pero para tratar de desaparecer a los que reclaman sus derechos.

Chulavitas y pájaros de abrazo con el ejército que reforzó el Batallón de San Antonio, integrado por campesinos conservadores de ese municipio, guerreros especializados en robo de ganado, que entre sus grandes proezas contaba el robo de ganado de Berlín, que luego era vendido en San Antonio, por uno de los patrocinadores del despelote, al que al parecer también le están debiendo un pedestal.

Mucha historia para contar e investigar sobre la violencia en Chaparral y sus vecinos que de pronto saca a flote, el origen de muchos capitales teñidos de sangre. Las investigaciones oficiales, supuestamente, no encontraron responsables. Menos mal porque estaríamos llenos de pedestales. La verdad es lo de menos. Los mismos con las mismas. Despojo, violencia, asesinatos, condecoraciones, promesas de investigación y los que a través de los años se han beneficiado de esta violencia que no termina, celebran el dolor ajeno.

Con toda razón se ataca a la JEP, a la que se han sometido más de 12.000 personas, algo no logrado por la justicia ordinaria en más de 50 años. El miedo a la verdad tiene a muchos poderosos atacándola y presentando proyectos para volverla trizas y montar un remedo de justicia funcional a sus intereses, con funcionarios carentes de ética. ¿Se imaginan las carcajadas de Luis Camilo Osorio -el fiscal paraco-, Cianurito Martínez, José Obdulio, Invercolsa Londoño, Paloma Violencia, la vaca Lafaurie, ante el futuro que nos espera?

El miedo a la verdad explica los asesinatos de líderes sociales defensores de los Derechos Humanos y del medio ambiente y de todos los que no piensan como los dueños del poder. Los enemigos de la paz también esperan su pedestal.

Cejas…Retorna la violencia de los años cincuenta en el páramo de Santa Isabel, cuando la Policía y los pájaros asesinaron y desterraron a campesinos liberales para robarles la tierra y el ganado y nada que actuaba la justicia. Hace un año fue asesinado Carlos Aldario Arenas, el gran impulsor del turismo ambiental, defensor del medio ambiente y gestor de la Ruta del Cóndor. Y al paso que van las investigaciones, así le dicen, van a salir con el cuento que Cejas se suicidó. Santa Isabel merece respeto y tiene derecho a saber la verdad.

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

Comentarios