Ballesta asesina

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

La ballesta de manivela dio el primer triunfo a los cristianos en la primera cruzada contra los infieles. Esa arma mortal fue invento de los cruzados, según unos autores.
PUBLICIDAD

 Sea como fuere, lo cierto es que esta arma dio inicio al negocio de la producción de armas para la guerra, responsable de millones de muertos, más que las hambrunas y las pandemias.

Las armas dan poder y en nuestro país han hecho mucho daño. Basta con mirar los armamentos de última generación que tienen los narcotraficantes, los grupos insurgentes, los paramilitares y los integrantes de las numerosas pandillas que operan en el país. Tanto así que Colombia es uno de los destinos preferidos para los comerciantes de armas que provienen de Rusia, Rumania, China y Estados Unidos principalmente, que realizan sus transacciones en efectivo gracias a la cantidad de dinero que deja el narcotráfico, el secuestro, etc. Hasta existe intercambio de drogas por armas.

La falta de respeto por la vida es tan generalizada en Colombia que hasta los cuchillos y machetes, que usualmente constituyen herramientas de trabajo de nuestros campesinos, se utilizan con demasiada frecuencia para causar heridas y muertes.

Las armas ilegalmente utilizadas por civiles o miembros de la Fuerza Pública del Estado, no contribuyen a la paz y a la seguridad que a gritos reclama y necesita el país. Por eso no resulta descabellado el proyecto que busca prohibir a los civiles  el porte de armas. Siempre será preferible utilizar el diálogo y la conciliación.

 

Poema sobre la Paz. De: Antonio Machado.

“La guerra es el crimen estúpido por excelencia, el único que no puede alcanzar 

el perdón de Dios ni de los hombres.

La guerra está contra la cultura,

pues destruye todos los valores espirituales.

¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra.

Odiada por las madres, las almas entigrece.

Mientras la guerra pasa ¿Quien sembrará la tierra?

¿Quién sembrará la espiga que junto amarillece?”

 

Las armas ilegalmente utilizadas por civiles o miembros de la Fuerza Pública del Estado, no contribuyen a la paz y a la seguridad que a gritos reclama y necesita el país.

 

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

Comentarios