Indolencia

Hugo Rincón González

La sociedad colombiana por la cantidad de sucesos trágicos, dolorosos y delirantes que ocurren a diario, se vuelve cada vez más indolente. Es insensible, no se afecta ni se conmueve, no siente el dolor de los demás. Vivimos rodeados de una cantidad de hechos que se han vuelto paisaje y preferimos mirar para otro lado, procurando evitar inmiscuirnos en algo que nos pueda causar problemas.
PUBLICIDAD

Ejemplos varios para ilustrar este comportamiento: 1) Colombia es el país donde más se asesina a los líderes ambientales. En el Tolima no hemos sido ajenos a esta circunstancia, sin embargo, cuando se trata de actuar sobre esto, ratificando el Acuerdo de Escazú, el gobierno del presidente Duque permanece impávido mientras su partido trata de hundirlo en unión con los gremios económicos que hacen lobby en el Congreso para impedir su ratificación. Tenemos un mandatario que posa de “ambientalista” en los foros internacionales, mientras que a nivel nacional se destaca por promover el fracking, la fumigación con glifosato y se hace “el de la vista gorda” con los asesinatos de los ambientalistas. Claramente para el gobierno y los gremios empresariales es más importante la acumulación de ganancias que la defensa de la biodiversidad y la vida, por ello obstaculizan la posibilidad de un acuerdo tan largamente esperado como el mencionado.

2) El contrato del Min TIC con Centros Poblados donde están perdidos 70 mil millones de pesos. Según informó la prensa el contratista manejó estos recursos como “plata de bolsillo” y terminó comprando con ella carros, propiedades y haciendo consignaciones en Dubái, mientras que los niños del sector rural siguen esperando mejoras en su conectividad para progresar en su condición educativa. La plata no aparece y la ministra responsable simplemente renunció para seguir en un escenario empresarial sin que nada suceda. Nos acostumbramos a esto, no nos duelen los niños del sector rural y la megacorrupción nos resbala como si no nos afectara.

3) El asesinato de excombatientes de la exguerrilla de las Farc. Van más de 300 asesinatos según varios reportes y esta situación no se traduce en medidas reales que impidan estos hechos condenables. Personas procedentes de la guerra que le apostaron a la dejación de armas y a su reincorporación no han tenido las suficientes garantías para la preservación de sus vidas. Algunos sectores de la sociedad tratan de justificar esta barbarie, mientras que la gran mayoría hace como si esto no estuviera aconteciendo y prefieren simplemente ignorarlo. 

Estas tres muestras nos sirven para ilustrar el deterioro del sentir de la sociedad, de la ausencia de empatía y del conformismo con el desastre que nos rodea. Se ha vuelto común expresar que un gobernante puede robar mientras algo haga con el dinero de los contribuyentes, hemos normalizado esta manifestación. Frente a los asesinatos de líderes, ambientalistas y excombatientes la justificación la relacionan a que algo turbio estarían haciendo y esto sería la razón de los hechos. La megacorrupción no nos inmuta y ni siquiera aplicamos una sanción social a quienes hacen fiesta con los recursos públicos. Casi nadie cree en la justicia por la impresionante impunidad que se registra y por la lectura de la ciudadanía alrededor de la confabulación de los encargados en impartirla con los protagonistas de los ilícitos.

Esta indolencia de nuestra sociedad se debe transformar. Debemos recuperar el sentido de solidaridad y empatía con los que sufren y soportan la violación de sus derechos. Es imperativo volver a reivindicar los derechos humanos; tenemos que actuar en este sentido en todos los ámbitos, desde el local hasta el nacional. Cada uno de nosotros puede aportar a este cambio, pero especialmente los aspirantes a gobernar el país que tienen el enorme reto de trabajar por una Colombia en paz, donde la dignidad de todos los ciudadanos sin exclusiones sea su prioridad.

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

Comentarios