La corrupción, una práctica de nunca acabar

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

Haciendo una breve revisión sobre investigaciones acerca de la corrupción, me detengo en el artículo científico denominado: “La Corrupción en Colombia, aproximaciones conceptuales y metodológicas para abordar, un análisis de las entidades de control e investigación y estudio de casos 2010-2014” de Jesús Emerio Villamil de la Universidad Nacional, encontrando que según el politólogo estadounidense, Heidenheimer, se llama corrupción negra, a aquellas acciones más potentes y universalmente rechazadas, como el soborno y la extorsión.
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La llamada corrupción blanca, ocurre en el caso en que los actos corruptos, son aceptados ampliamente por las personas, en el ámbito que se trate. Entre la corrupción negra y blanca, se encuentra la corrupción gris, en la que se incluyen todas las conductas acerca de las cuales, las élites y la opinión pública discrepan, al momento de evaluarlas como corruptas o no. 

Al comparar los casos objeto de estudio, se puede mencionar textualmente el grupo Nule, el carrusel de la contratación y el carrusel de la salud en Chocó, donde  los comportamientos demostrados por los actores, evidencian un tipo de personalidad similar que puede tipificarse como narcisista, sus dotes de políticos exitosos, los hace merecedores de caracterizarlos con una personalidad antisocial. Dado el rol y el perfil de los involucrados (funcionarios, exfuncionarios y contratistas), hace que se conjuguen los dos tipos de personalidad: narcisistas y antisociales. 

Unido a lo anterior, se convierte en un ancho puente, la ausencia de controles, gracias a la protección del más alto nivel gubernamental, el haber logrado llegar a los cargos públicos y  acceder al sector público a través de la contratación. Falsificación de documentos, suplantación de personas, pago de sobornos, tráfico de influencias. Abuso de autoridad en la comparación que hace el investigador, cuyo resultado es exclusivamente  del sector oficial y expresando que la corrupción es una falla institucional.

Igualmente en el informe de Transparencia por Colombia se precisa que entre los países de América Latina, Colombia obtiene 36 puntos sobre 100, el mismo puntaje de Panamá. Es una situación vergonzosa hallada en el año 2018.

Todo lo anterior, es un grito que debe tenerse en cuenta para una lucha contra el primer flagelo que atrasa, divide, corrompe, discrimina a nuestro país,  sin hablar de  la corrupción por cuenta de las luchas por el poder en búsqueda del poder, el conflicto de intereses, el fuego amigo sin importar las estrategias plenamente conocidas para dañar, desdibujar, descalificar y afectar sobre todo antes y durante las campañas políticas, sin detenerse a ver contra quién se está luchando.

Una reforma política con una visión profunda de fondo, debe darse con celeridad si se quiere aportar a la transparencia en el financiamiento de campañas y partidos,  tal como lo expresó Andrés Hernández, director de Transparencia por Colombia.

INDIRA ORFA TATIANA ROJAS OVIEDO

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