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Lograr el funcionamiento de una institución escolar, acorde con las exigencias del nuevo milenio, es una tarea compleja. Crea el momento de “afrontar la incertidumbre” planteada por Morín (citado por Cueva, 2018), como uno de los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Morín (1990) dice: “la conciencia de la complejidad nos hace comprender que no podremos escapar jamás a la incertidumbre y que jamás podremos tener un saber total: la totalidad es la no verdad....”(p.101). Entonces surge la pregunta: ¿Cuál es el grado de modernización y actualización de los currículos al formular planes, programas, proyectos, que satisfagan las necesidades e intereses de formación en todos los niveles educativos, hoy que se cuenta con nativos digitales?
El libro titulado: Currículum XXI lo esencial de la educación para un mundo en cambio, de la autora Heidi Hayes Jacobs, plantea una nueva mirada a la realidad compleja que trae la educación postpandemia, teniendo en cuenta que el uso de la tecnología y su mediación deberá hacer parte de los procesos educativos, sin dejar de lado la formación del ser.
En la obra se recorren distintos elementos curriculares: los contenidos, la metodología, las disciplinas, la evaluación, los horarios y se plantea la necesidad de romper esquemas y tomar decisiones: ¿qué debe salir de nuestros “viejos esquemas”, qué novedades tenemos que introducir y, en definitiva, qué tiene cabida y es necesario en un currículo que responda a las necesidades reales de los alumnos del siglo XXI, son algunos de los planteamientos de la autora, que presentaron los estudiantes Katherine Paola Rosero Rodríguez de la licenciatura en Ciencias Sociales y Santiago Chaverra Durán de Licenciatura en Matemática, ambos de la Universidad del Tolima, en desarrollo de su curso de currículo y cada uno en su propio semestre.
Destacan que la autora, propone un nuevo currículo esencial para un mundo en cambio: Investigadores activos y desarrolladores de innovación y nuevas directrices, procurando el abandono de las viejas costumbres que están demasiado arraigadas en anticuados currículos.
La urgencia de replantear la evaluación, buscando que sirva para el aprendizaje, elaborando un banco de herramientas para evaluar, como documentales, pódcast, filmes, sitios web, entre otras posibilidades que se apliquen paulatinamente a lo largo del curso, recibiendo la retroalimentación necesaria para la mejora, como lo plantea la autora.
Se requiere una revisión del plan de estudios para enfatizar en aquello que debe mantenerse como contenidos necesarios y otros que deberán implementarse para lograr estudiantes glocales.
Las ciencias sociales como parte esencial de la formación de todo individuo, puede llevarse a cabo de manera transversal, provocando el conocimiento geográfico y espacial, que invite a conocer a través de google maps, google air, apps para todas las temáticas con las que se puede soñar y vivir a través de la tecnología, de manera vertiginosa y a todos los ritmos de aprendizaje.
El aula no puede seguir limitada por cuatro paredes, debe ser tan amplia como el mundo, tal como lo expresa el capítulo sexto de este libro que exige una nueva escuela para una nueva realidad mediada por la tecnología, por el aprender haciendo, por el interés en el conocimiento y la necesidad de interacción social para un aprendizaje significativo, contextualizado y útil.
Se requiere la alfabetización mediática para todos los docentes y una práctica en el proceso de enseñanza y aprendizaje, que cultive la formación axiológica, es decir, los valores que no pueden dejarse sin el sentido que exige la formación ciudadana, replanteando el control en las aulas para aprendices empoderados y estudiantes contribuyentes del campo digital, como precisa la autora.
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