Un mejor uso del espacio público para una nueva movilidad

Jaime Eduardo Reyes

Volver a la ciudad y transformarla es un reto post Covid, apropiando la naturaleza, desde un paisaje vivencial, donde se reafirma el hecho de que la naturaleza subyace a la ciudad, y que el crecimiento de la urbe debe atenderla, que se enmarca en el diálogo entre la comunidad y la Administración municipal, mediante proyectos comunitarios hacia un urbanismo sostenible.
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La pandemia nos invita a cambiar nuestras costumbres de movilización, usar más la bicicleta y caminar más. Desplazarnos menos, convivir en el barrio, buscar otras centralidades distintas al centro tradicional.

La reactivación económica en donde se necesita emplear mano de obra podría encontrar en la construcción de andenes una gran oportunidad.  Durante los Diálogos Regionales de la Universidad de Ibagué dedicados a la movilidad y el espacio público se llegaron a estas reflexiones.

La importancia de los andenes (aceras) está minimizada, el común denominador es verlos llenos de obstáculos, desaparecidos, inexistentes, olvidados, amenazando en ocasiones la vida de los peatones. En el afán de disminuir los tiempos de las distancias mediante el uso de vehículos, se prioriza el mantenimiento de vías sobre la construcción de andenes.

Existe la necesidad de propender por un espacio público y de movilidad para todos los habitantes de la ciudad, donde el derecho a la ciudad, el derecho a la vía no sea solamente del vehículo sino también del peatón.

Existe un derecho a la autonomía y la inclusión del cual no gozan los niños, las personas de talla baja, los invidentes, entre otros. La inclusividad debe permitirle a personas con discapacidad, a madres en estado de embarazo, personas de la tercera edad, o con lesiones y niños disfrutar del espacio público y movilizarse sin problemas.

Los niños deben ser vistos no sólo como ciudadanos del mañana, sino de hoy, actores del presente, y mediante iniciativas como los caminos escolares seguros desarrollados en otras ciudades, se forman ciudadanos, satisfaciendo la necesidad de tener lugares apropiados para ellos.

Se podría iniciar con pequeñas intervenciones, a partir de laboratorios de ciudad, desde donde se aplican diferentes tácticas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, por ejemplo, con el uso e innovación tecnológica a partir de datos dinámicos que permiten sincronizar el sistema desde el peatón hasta el transporte, mejorando los espacios de circulación y mitigando el riesgo.

Las anteriores situaciones son suficientes para establecer alianzas interdisciplinarias e intersectoriales en donde prime la unión entre el estado y las comunidades en pro de realizar pequeñas intervenciones urbanas que nos lleven a un urbanismo sostenible, con más ciclorrutas, más andenes, más parques para caminar.

JAIME EDUARDO REYES MARTÍNEZ

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