Las curules de Paz

Jaime Eduardo Reyes

En medio de las elecciones de ayer 13 de marzo muchos colombianos se enteraron de las nuevas curules de paz para las víctimas del conflicto armado. Las campañas que precedieron esta elección tuvieron muy poco cubrimiento mediático y diferentes dificultades. 
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Los candidatos para llegar a estas curules tuvieron que certificar su condición de víctima del conflicto armado, tampoco podían haber estado relacionados con partidos políticos tradicionales por lo que sus candidaturas fueron avaladas por organizaciones sociales y de víctimas. 

Este diario en su especial “Campaña por la curul de paz del Tolima está plagada de trabas” presentó un informe en donde advertía que, los 22 candidatos a la única curul de paz del sur del Tolima estaban encarando un proceso en el que su participación carecía de garantías, sin financiación estatal, con la presunta injerencia de grupos políticos tradicionales, falta de pedagogía electoral y amenazas.

Muy pocos analistas y casi ningún sector les prestó la atención debida, nuestro colega columnista Hugo Rincón en una de sus columnas advirtió en este diario lo que estaba pasando: “Lo que presenciamos hoy cuando quedan pocos días para su elección son amenazas contra muchos aspirantes, ausencia de pedagogía electoral y especialmente falta de dinero para el desarrollo de las campañas”. 

La circunscripción especial de paz tendrá vigencia por dos periodos de cuatro años, la Sala Plena de la Corte Constitucional aprobó y dio vía libre a la ley que creó las 16 curules de paz que permite a las víctimas un puesto en el Congreso para los periodos 2022 hasta 2030.

Se eligieron 16 curules de paz en las zonas rurales de 167 municipios correspondientes a las zonas Pdet. Una de estas se ubica en el sur del Tolima en los municipios de Chaparral, Planadas, Rioblanco y Ataco. Finalmente, para esta zona se inscribieron 22 personas, agrupadas en 11 listas conformadas por un hombre y una mujer.

Las elecciones se realizaron con el censo electoral de los puestos de votación rural, es decir en las veredas y corregimientos. Al consolidarse los escrutinios podremos conocer con mayor detalle el porcentaje de participación en esta elección y su composición; según datos de la Registraduría habían 1’156.771 personas habilitadas para votar por estas curules y 1.966 puestos de votación disponibles en esas zonas.

Para que estos nuevos congresistas, en su gran mayoría de origen campesino y con poca formación académica, logren empoderarse y potenciar su participación en el Congreso de la República necesitan del acompañamiento de diferentes instituciones de educación superior y de cooperación internacional. De no prestarles atención y apoyo serán presa del régimen que tradicionalmente ha capturado el Estado colombiano.

Me atrevo a afirmar que, si queremos que estos congresistas sean libres, autónomos e independientes de las diferentes fuerzas políticas del país, si se desea que realmente tengan su propia voz y voto, se necesita del apoyo de la sociedad civil colombiana. El desafío es grande y de todos depende que estas curules no fracasen. 

Jaime Eduardo Reyes.

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