Peligroso editorial

La autorización de la Asamblea Nacional de Venezuela para que Hugo Chávez pospusiera su posesión como Presidente, el pronunciamiento del Tribunal Supremo de Justicia en el sentido de que tal autorización no lastimó la Carta Constitucional y la vigorosa acogida del pueblo a las decisiones de tan altos organismos deberían traducirse en conclusiones.

La autorización de la Asamblea Nacional de Venezuela para que Hugo Chávez pospusiera su posesión como Presidente, el pronunciamiento del Tribunal Supremo de Justicia en el sentido de que tal autorización no lastimó la Carta Constitucional y la vigorosa acogida del pueblo a las decisiones de tan altos organismos deberían traducirse en conclusiones acerca del inmenso afianzamiento que ha logrado la Revolución Bolivariana en Venezuela y el profundo cariño que ha sembrado su líder en el sentimiento popular.

Particularmente el multitudinario acto del pasado 10 de enero, en el cual el pueblo se “juramentó” en nombre de su convaleciente Presidente aún a sabiendas de que tal esfuerzo podría ser el último que realice en vida del líder, debería llevar a todo mundo a pensar sobre lo irreversible que ha venido tornándose el proceso político que adelanta nuestro hermano país.

 Lamentablemente, esas no son las conclusiones de los grandes medios, o al menos no son las que han sacado al público. Antes por el contrario, todos a una se han dado a la tarea de auscultar el corazón herido de la oposición y de transmitir sus latidos como si en ellos estuviera contenida toda la verdad y solo la verdad de lo que está ocurriendo.

 El diario El Tiempo, en su editorial del 11 de enero, dice, por ejemplo, que con ese acto multitudinario de juramentación, que “bordea el realismo mágico”, nuestro hermano país ha llevado al extremo el principio según el cual “la soberanía radica en el pueblo”. Y pinta después un cuadro dantesco donde cupieron todos los males del capitalismo para concluir que “el pueblo venezolano no merece esa suerte”; que “su bienestar es mucho más importante que cualquier pugna política”; que este “complejo horizonte no puede afrontarlo el país vecino con su actual fragilidad institucional” y que la comunidad internacional debería “evaluar si por la estabilidad regional no está pagando un precio demasiado alto”.

 Ante tan peligroso editorial, digamos que “el pueblo venezolano no merece esa suerte” de comentarios; que efectivamente “su bienestar es mucho más importante que cualquier pugna política”, y muy especialmente si ella es desatada por esa clase oligárquica que, huérfana del poder, no ha escatimado esfuerzos para su infeliz retorno, incluido su fallido golpe de Estado de 2002; que antes que “fragilidad democrática” lo que hoy tiene Venezuela es un pueblo que ha entendido que por sobre su “soberanía” y “bien común” no puede haber institución alguna que merezca prevalecer, y que, antes que soslayadas invocaciones a la comunidad internacional para que intervenga en contra de sus designios, a lo que debe llamársele es a rodear el proceso con la mayor solidaridad.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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