La historia no lo dejará morir

Un grave problema de muchos de los hombres que han nacido para ganarse el paso a la eternidad es que su estadía entre los mortales se reduce al escaso tiempo necesario para ganarse el pasaporte a esa estrecha mansión. Según los entendidos, Jesús de Nazaret solo fue disfrutado por los suyos durante 33 años; Alejandro Magno, por igual tiempo, y su padre, Filipo, apenas 46 abriles.

La lista puede ser larga, como larga también la de las excepciones. Sin embargo, el caso del general vietnamita Vo Nguyen Giap es particularísimo, pues su paso por la tierra, después de haber sido cobijado por la gloria, se prolongó por casi 40 años más. Conocido entre sus paisanos como Ge Lou, volcán bajo la nieve, en reconocimiento a sus múltiples victorias militares contra los ejércitos de Francia, Japón y Estados Unidos, falleció este pasado viernes, cuando ya contaba con 102 años de edad.

Dicen los biógrafos de Giap que este general tenía las virtudes necesarias para ganarse el derecho a la eternidad. Desde muy joven comprendió el estado de dependencia en que estaba su pueblo, que por entonces era colonia francesa, y se dio a la tarea de prepararse para las grandes jornadas de su liberación. Entonces se unió al partido de los comunistas y a Ho Chi Minh, con quienes se dedicó a educar a su pueblo y a organizar destacamentos de desharrapados guerrilleros, los mismos que más tarde habrían de ser conocidos en el mundo como el ejército del Viet Cong y con quienes construyó esa gran leyenda de patriotismo y fe en el futuro que se le reconoce al pueblo vietnamita.

Sus inconmensurables cualidades como estratega militar le permitieron sellar, en 1954, la independencia de Vietnam al derrotar al ejército francés en una batalla que, por lo impecable, se sigue estudiando en las escuelas militares.

Posteriormente, desde 1975, condujo al ejército vietnamita a la expulsión de las tropas norteamericanas y a la unificación del país, entonces divido en dos. Estas hazañas lo catapultaron al histórico paraninfo de los héroes inmortales, donde ocupa puesto destacado con el Tío Ho y los 10 genios militares más importantes de la historia universal.

Pero su gloria jamás opacó su gran modestia y sencillez ni el gran amor por los suyos. Esto hacía que sus victorias nunca fueran completas, pues siempre que veía el cadáver de alguno de sus hombres en el campo de batalla, le quedaba una terrible desazón. Los lloró, aunque en silencio para no confundir a las tropas, se le oía decir. De tal tamaño era el corazón de un hombre que merece la gloria eterna.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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