Y después del primero de mayo qué

Rodrigo López Oviedo

La masiva concurrencia que tuvo el Primero de Mayo evidenció el craso error de algunos comentaristas al decir que Petro se había tomado la marcha con el fin de capitalizar a su favor el tradicional respaldo de los trabajadores a esta conmemoración y que ello redundaría en mayor división del movimiento sindical y en una menor participación de los trabajadores.
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Como es obvio conjeturarlo, estos comentaristas buscaban resquebrajar la unidad del movimiento popular, cuyas organizaciones siempre aprovechan esta celebración para sobreponerse a sus tradicionales fricciones, demandar mejorías en las condiciones laborales imperantes y exigir un más alto nivel en su precaria calidad de vida.

Se quedaron con los crespos hechos. No solo no hubo tal mayor división, sino una más abigarrada concurrencia y una unísona exigencia de reivindicaciones, a la par de sonoros vivas a favor de un presidente que ha estado de su lado, como nunca se había visto.

Por eso a Petro no se le podía negar la tribuna que él mismo pidió, ni desaprovechar la ocasión para hacerle sentir cercano el respaldo que de su pueblo goza, y que, por no haberlo manifestado con la contundencia que mostró este primero de mayo, le había generado la sensación de estar solo y de sentirse obligado a conciliar con la derecha como hasta hoy lo ha tenido que hacer.

Esta no será la condición que se dé a partir de ahora, pues ya Petro sabe que puede hablar más duro, así como la derecha sabe que tiene que andar más pianito, pues el pueblo, con mayor conciencia de su real fuerza, se puede radicalizar más, haciéndole saber a los dueños del país que su poder no es tan omnímodo y que al pueblo hay que pararle bolas, máxime cuando uno de los suyos está en Casa de Nariño.

Por supuesto que tal condición hay que ratificarla en calles y urnas cuantas veces sea necesario, si quiere que los tibios cambios que hasta hoy se han logrado se endurezcan y prorroguen más allá del presente cuatrenio, que es lo que los dueños del país vislumbran con horror.

Estamos hablando, claro está, de la campaña que debe proveer a la nación de un nuevo mandatario y un nuevo Congreso en las elecciones de 2026. ¿Nos estaremos preparando para ello? Los indicios señalan que no. Las grandes dificultades organizativas que llevaron al Pacto Histórico al desastre electoral del 2023 no dan muestra de estarse corrigiendo, como tampoco las da de estarse buscando acercamientos con sus potenciales aliados. Esto es desaprovechar el inmenso ascendiente que aún conserva Gustavo Petro sobre su pueblo. Afortunadamente, todavía estamos a tiempo. 

Rodrigo López Oviedo

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