Los escollos de la unidad

En un reciente artículo del semanario Voz, haciendo referencia a episodios de la revolución democrática rusa de 1905, el académico Giovanni Libreros refería como tales acontecimientos enseñaron a “comprender mejor la dialéctica entre defensa intransigente de los principios y necesidad de una táctica flexible”.

Es sabido que no hay entre nosotros ninguna revolución democrática, aunque los acuerdos de La Habana bien podrían acercarnos a ella. Aun así, la cabal comprensión de lo que implican los principios y la táctica debe ser objeto de una permanente preocupación de parte de aquellos líderes que se dicen amigos de un cambio que nos acerque a la Colombia justa, soberana y democrática que todos dicen querer.

Los principios ofrecen mucha tela para cortar: Qué tipo de sociedad queremos y cuáles normas legales, éticas y morales guían la conducta hacia ellos son solo algunos de los aspectos que conforman su vasto entramado. Adoptados tales principios, lo de esperar es que se respeten cabalmente, pues de ello se derivará la credibilidad que se pueda merecer.

Alguien puede pensar que, por ejemplo, el tipo de sociedad deseada no hace parte de los principios. Puede tener razón; sin embargo es válido incluirlo entre ellos porque, al fin de cuentas, la búsqueda de ese tipo de sociedad es el motivador último que guía los pasos del líder y tal hecho lo convierte en elemento fundamental de su comportamiento. Y acá es precisamente donde más se nota la traición del líder. Acá es donde encontramos a ciertos garzones que, antes defensores del cambio social, hoy se pavonean entre manteles servidos por las otroras odiadas oligarquías.

A diferencia de los principios, la táctica está sometida a menos rigideces. Estando conformada por los planes que se creen necesarios para transitar con menos riesgo el camino hacia el objetivo final, las vicisitudes de ese camino hacen que, en un momento dado, se pueda volver inocua o inconveniente una determinada acción, y corresponderá a la capacidad del líder establecer los correctivos demandados por las circunstancias, ya que, en últimas, lo que importa es llegar a la meta propuesta.

Dentro de nuestra izquierda, tirios y troyanos coinciden en la necesidad de un cambio social y en la unidad como tarea indispensable para alcanzarlo. No obstante, los condicionantes extremos que suelen exigirles a los potenciales aliados hacen que los procesos unitarios a veces más parezcan un mar de babas en los que sobreaguar resulta imposible. Esto obedece, en buena medida, a que hemos colocado la táctica por encima de los fines, que es de donde se derivan nuestros principios.

Si nuestros fines son sinceros, ajustemos la táctica en pos de ellos.

Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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