¿Socialismo por las buenas?

Rodrigo López Oviedo

El pueblo venezolano anda interesado en hacerse socialista, es decir, soberano, con los medios de producción en manos de la sociedad y con una orientación política dirigida a garantizarles a todos la mayor felicidad que pueda derivarse de este nuevo modelo social.

Dentro de ese propósito, han sido muchos los ciudadanos que han logrado salir de la pobreza, al tiempo que las políticas del Gobierno en torno a educación, salud, preservación de la vida de la primera infancia, transporte, etcétera, han merecido importantes reconocimientos internacionales.

Pese a lo anterior, los últimos comicios arrojaron una derrota para los socialistas en el poder. ¿Debido a qué? Muchos han respondido a esta inquietud insinuando culpables, lo cual no es descabellado, aunque lo ideal sería que la explicación se buscara entre las causas que han determinado que el proceso esté llegando a unos resultados en las urnas tan contrarios a los que se han obtenido en la calidad de vida.

Es de entender que haya repudio ciudadano a inocultables problemas de corrupción, nepotismo, burocracia, ineficiencia, etcétera, que han aflorado en el seno del propio Gobierno, así como a las colas, la especulación, el acaparamiento y la carestía, que parecen ser consecuencia de una gestión gubernamental incompetente, pero que en realidad son manifestaciones evidentes del boicot oligárquico a la producción, distribución y comercialización de los productos de primera necesidad.

Lo que resulta inexplicable para algunos es que se responda a ello como ha respondido el 58 por ciento de los votantes: apoyando a las castas de antaño, de las cuales solo se puede esperar, no solución a este tipo de problemas, sino el agravamiento de los mismos y el retorno a las políticas neoliberales de la Cuarta República. Y les resulta inexplicable porque tratan de encontrar respuesta a la luz de doctrinas liberales que ven en las elecciones la oportunidad para que el pueblo, limpiamente, tome las decisiones que más se aproximen a sus conveniencias.

Pues no hay tal. Los procesos electorales nada tienen de limpios, al menos mientras haya peligro para las clases dominantes de perder su hegemonía. En estos casos, esas mismas clases en riesgo utilizan las elecciones como una forma de lucha más, susceptible de emplear en ella las herramientas de que disponen, sin importar su licitud o ilicitud, con tal que arrojen los resultados de su conveniencia.

El proceso venezolano necesita profundas rectificaciones, pero también entender que, así se quiera adelantar por las buenas, debe estar preparado para enfrentar esa lucha sin tregua que vendrá de parte de quienes están perdiendo el poder; lucha sin tregua que acentuarán aún más ahora que han recuperado la Asamblea Nacional.

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