Demócratas ejemplares

Rodrigo López Oviedo

Alguna vez, creyendo tener mis centavitos en el lugar equivocado, aproveché un encuentro casual con el gerente de la cooperativa que me los cuidaba para preguntarle por qué no publicitaba más las asambleas en que habían de elegirse organismos de administración y control; que si convocatorias tan parcas no reñían con los principios democráticos cooperativos. Su respuesta confirmó mi preocupación, pero, además, me anticipó razones para explicar por qué casi nadie salió a defender a esta cooperativa cuando fue intervenida por la Superintendencia Financiera. Dijo este gerente, con atildada voz: “Lo importante es que a la dirección lleguen verdaderos demócratas, no importa cómo lleguen”.

Tal parece que ese sabio criterio fue aprendido de otro demócrata ejemplar, el presidente Carlos Lleras Restrepo, quien al ver un día que por la vía electoral sería sucedido en la Presidencia por un general conocido de autos, le ordenó a la Registraduría, a altas horas de la noche, hacer un receso informativo para que el país, al día siguiente, pudiera recibir, con total regocijo, la noticia de que, mientras todos dormían, había ganado las elecciones el también demócrata Misael Pastrana Borrero, quien de día las iba perdiendo. ¡Lo importante es que lleguen los demócratas, no importa cómo!

Los ejemplos se han seguido dando, no importa que el cómo haya que interpretarlo con apoyo en partituras como las del proceso 8.000 o la yidis-política. Para fortuna del país, así lo han entendido nuestras clases dirigentes, lo cual ha permitido que la vida política del país transcurra como en un oasis digno de imitación universal. Por eso tenemos hoy al frente del Estado a Juan Manuel Santos, un alumno aventajado de Álvaro Uribe Vélez, quien parece haber sido puesto en la Presidencia por una mano más poderosa que la voluntad del pueblo, con el fin de aprovechar una oportunidad a pocos concedida.

Esa oportunidad vino con el Fondo de Inversiones Brookfield, que se mostró dispuesto a dejarse meter la mano al bolsillo, eso sí, previamente diezmado, a cambio de Isagén, que podría valer unos dólares más de lo que contenían esos bolsillos, y que encerraba posibilidades extrañas al lenguaje del gran capital, como la de garantizarle al país energía a precios controlados y respeto hacia el medio ambiente.

Lo mejor es que Santos supo estar por encima del derecho de los accionistas minoritarios, empresas solidarias y trabajadores a tener opciones privilegiadas de inversión en este proceso privatizador; y a sobreponerse a la oposición de los partidos, del Congreso, sus ministros y la sociedad en general, pues, parodiando al gerente, lo importante es que lo que se haga, lo haga un demócrata, y no cómo lo haga.

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