Un escándalo para tapar otros

Rodrigo López Oviedo

No obstante haberse superado el escándalo con que los grandes medios y el Gobierno recibieron la presencia de algunos integrantes de la Mesa de La Habana en tierras de La Guajira, debemos recordar que lo que motivó tal hecho ya había sido objeto de discusión entre guerrilla y Gobierno el 22 de enero de 2016, según quedó consignado en el Comunicado Conjunto Nro. 66 de la misma fecha.

Como de todo escandaloso, igual que de otros personajes, hay que presumir su inocencia mientras no se les demuestre lo contrario, examinemos la parte pertinente del comunicado en mención, pues podría suceder que tal tipo de actos estuvieran expresamente prohibidos, lo cual haría válida la reacción presentada.

Allí puede leerse: “Se diseñará de manera conjunta una estrategia de comunicación y pedagogía dirigida hacia la sociedad colombiana para difundir los contenidos de los acuerdos hasta ahora alcanzados”.

Es decir, que lo que ocurrió no puede constituir sorpresa para nadie, y menos para avezados periodistas como los de Caracol y RCN, que desde antes del evento ya tenían instaladas sus cámaras, y sus lenguas, para lo del escándalo correspondiente.

Confundir tal acto con “proselitismo” exigiría que por lo menos se informara a favor de cuáles candidatos y partidos se realizó, porque si solo se quiso difundir los acuerdos de paz, lo menos que podría pensarse es que los quejosos son enemigos de este proceso.

Ahora bien, para mejorar la credibilidad de su bufonada, exageraron el hecho de que el acto fuera resguardado por guerrilleros armados, como si no fuera lícito que la guerrilla y el proceso se protegieran de sus tradicionales enemigos.

Pues, precisamente, esa protección tienen que dársela los mismos guerrilleros, ya que quienes debieran hacerlo han demostrado interés en lo contrario, como ocurrió en Guapi, Cauca, cuando dejaron caer sus bombas sobre Jairo Martínez, miembro de la Mesa, y 27 guerrilleros más, en momentos en que se difundían los acuerdos.

Pero lo más grave no es el escándalo, sino el eco amplificador a que se prestaron Santos y De la Calle, entre otros, quienes reforzaron el episodio con amenazas que pusieron en riesgo los avances logrados.

Conocedores como son del mencionado comunicado 66, lo que puede deducirse es que querían aprovechar la oportunidad para tapar otros escándalos, esos sí dignos de primeras páginas, como el repudiable recorte fiscal de seis billones y sus insufribles efectos sobre prioridades sociales como la salud y la educación, o el vergonzoso caso del General Palomino.

Es lamentable que nuestro país sea manejado con tanto desprecio por el querer de las mayorías, entre las cuales la paz se ha vuelto necesidad inaplazable.

Comentarios