De izquierdas y de derechas

Rodrigo López Oviedo

En una entrevista que concedió Iván Duque a Canal Capital, este precandidato presidencial del Centro Democrático se definió como un hombre de “extremo centro”, luego de lo cual dijo que “esos debates anacrónicos de la izquierda y la derecha hay que superarlos”.

Sin aclarar suficientemente lo que significa “extremo centro” y el lugar donde se encuentra en el espectro político, quiso sustentar su tesis afirmando que la seguridad no es de izquierda ni de derecha, como no lo es tampoco la calidad de la educación. Es decir, Gaitán se quedó en palotes cuando dijo que el hambre no es liberal ni conservadora.

Al igual que Iván Duque, muchos otros protagonistas de la actividad política quieren hacernos creer que es cierto tal anacronismo, ocultándonos que los términos izquierda y derecha no se refieren a ningún derecho específicamente determinado, sino al grado en que las diversas organizaciones políticas están comprometidas a garantizarlos.

A quienes creemos que mejorar el mundo actual sí es posible no nos queda ninguna duda de que hay quienes se oponen a que tal ideal sea fecundado. Son los que buscan que las ventajas que han heredado del pasado se perpetúen, aún a costa de negarle a la población el acceso a sus derechos más preciados.

El hecho de que estén cumpliendo su cometido es lo que explica que cada vez sea mayor la brecha que separa a los ricos de los pobres, y es lo que evidencia la existencia de intereses contrapuestos en el seno de la sociedad; intereses contrapuestos que es a lo que se les denomina de derecha e izquierda, correspondiendo el calificativo de derechistas a quienes defienden ese pasado que tanto bien les depara y el de izquierdistas a quienes quieren transformarlo en aras de una mayor equidad social.

Nuestros partidos tradicionales, cualesquiera que sean sus actuales denominaciones, han sido conservadores del viejo orden social, lo cual los ubica sin ninguna duda en el ala derecha de la vida política. Para muestra un botón: el de la reticencia de ambos partidos a aprobar los cambios que se necesitan para construir la paz.

Otro botón: las reformas laborales, pensionales y tributarias, siempre trazadas para que los intereses del gran capital prevalezcan sobre los intereses de los trabajadores. Y para no cansar, un último botón: la negación de una reforma política que equilibre las posibilidades de acceso de los marginados a los órganos administrativos, legislativos y de mando del país.

Encontrándonos como estamos en plena campaña electoral, es bueno que pensemos en esas alternativas de izquierda y derecha. Una buena elección a ese respecto puede facilitarnos el paso a un mundo mejor.

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