Un encuentro nos espera

Rodrigo López Oviedo

La pretensión de despojar al pueblo de Venezuela de sus riquezas petrolíferas y mineras no deja dormir tranquilas a muchas potencias extranjeras, encabezadas por Estados Unidos. Tampoco las deja conciliar el sueño un justificado temor: el de tener que ver en tierras de nuestro hermano vecino una revolución capaz de recuperar la soberanía patria y de cambiar la orientación de las políticas de Estado, para que no estén ya sometidas a la dictadura del gran capital, sino puestas al servicio de la gente.

La intranquilidad que les reportan tan espeluznantes cambios pretenden combatirla con ruidos de metralla, gases de napalm y algunas cuantas bombas, de esas que tanta destrucción y muerte han cobrado en este mundo.

La presencia en el caribe de tropas de multinacional origen, orientadas desde Washington, no dejan lugar a ninguna duda. Lo que se cocina contra Venezuela es una guerra de impredecibles consecuencias, en la que resultarán perdiendo los ejércitos comprometidos, pero también los esbirros oligárquicos de todos lados, que están creyendo, convencidamente, que mediante la confrontación bélica podrán truncar los cambios que busca el Bravo Pueblo.

Lo más lamentable es que el gobierno colombiano se preste para ello, pese a saber que, después de Venezuela, el país que más saldría perdiendo en esa guerra es la propia Colombia, como puede colegirse del hecho de que es en nuestros suelos donde están ancladas las bases militares que entrarían en guerra por cuenta del imperio; de que serán nuestros cielos los que sirvan de autopista a los proyectiles lanzados desde Manta, la base militar ecuatoriana que fuera puesta nuevamente en manos gringas por el traidor Lenín Moreno; y de que sobre nuestras tropas recaerán las mayores angustias del combate, al tiempo que aportarán las mayores cantidades de sangre.

No, no podemos resignarnos a la suerte que nos depara una política exterior puesta siempre de rodillas ante los Estados Unidos. El mayor aporte de solidaridad que los colombianos podemos brindarles a nuestros hermanos venezolanos, así como a la paz del continente, es impedir que sigamos jugando tan lamentable papel.

A levantar banderas de convivencia pacífica nos llaman las zozobras del momento. Y para que ondeen más alto, debemos exigirle al presidente Iván Duque que haga de la política exterior de nuestro país un monumento al derecho de los pueblos a determinar por sí mismos su destino.

En esa presión debemos ponernos todos, y a decantar ideas a ese respecto se orientará el II Encuentro Colombiano de Solidaridad con la República Bolivariana de Venezuela, que se celebrará en Bogotá durante los días 27 y 28 de este mes de septiembre, al que todos podemos asistir.

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