Un junio “triste y sin celebraciones”

Manuel José Álvarez Didyme

Es deplorable, sí, pero no hay nada que hacer puesto que en esta ocasión ya hemos llegado al sexto mes del año sin posibilidad alguna de celebrar el “Festival Nacional del Folclor”, como ha sido tradicional, por hallarnos cercados por el letal virus del Covid 19.
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Y produce nostalgia, máxime cuando se advierte que por siglos esta época ha sido de legendaria tradición festiva, como que durante ella los antiguos Celtas celebraban su Alban Heruin o sea el “solsticio de verano”, y que el cristianismo la adoptó para sí y la continuó, convirtiéndola en la “Noche de San Juan”, -santo patrono del Tolima-, radicada el 24 de Junio, (realmente la noche del solsticio es la del 21 de Junio), la cual se extendió por manes del regocijo, hasta el 29 del mismo mes, día consagrado a otro miembro del santoral con importante significación regional: San Pedro.

Y es que en estos momentos en razón a que el “Coronavirus” nos mantiene enclaustrados y embozalados, nos hallamos totalmente impedidos para llevar a cabo evento alguno, no obstante que en 47 años anteriores el Tolima y su capital han convocado y realizado este encuentro con el acervo cultural del país.

Una malhadada fuerza mayor y como tal inevitable, es la responsable de que interrumpamos esta tradición tan enraizada, pero que podemos transformarla en “opción útil como la que más”, si ese tiempo de “obligado receso” lo dedicamos a reflexionar, hasta percatarnos de la importancia colectiva que ha alcanzado la fiesta, llegando a ver cómo y desde hace tiempo, hemos debido ocuparnos del enlucimiento de su calidad, con miras a superar el estado de estancamiento en que se encuentra hoy y la simplicidad e intrascendencia al que llegó su contenido temático.

 Porque cuarenta y siete versiones, son más que suficientes para hacer evidentes el tremendo valor social y económico que la fiesta ha llegado a alcanzar para ver de  dársele un mejor y más cuidadoso tratamiento, en cuanto espontánea manifestación de un pueblo que definitivamente tiene cierta y definida su vocación por la música y el arte como medios de expresión de sus reales estados de alma, y que además requiere de éstos como medios para esquivar el pesimismo que traen consigo sus seculares condiciones de pobreza y desempleo en el marco de un conflicto social que, pese a los esfuerzos, no logran superar el país y en especial el departamento.

Y para organizar en forma paralela a “la rumba general”, otros eventos de mayor importancia y trascendencia y generadores de ingreso económico y empleo, como concursos de composición, interpretación e investigación de diversos géneros musicales, de coros, teatro, literatura, cuentería, historia, salones de arte, seminarios, foros y charlas sobre costumbres, creencias, mitos, y tradiciones, eventos de preparación de comidas y talleres de elaboración de utensilios, máscaras, instrumentos, herramientas, materiales y vestuario, así como su exhibición, al modo de otros eventos nacionales e internacionales con identidad propia ya consolidada y que hacen parte integral de la “Economía naranja”, que expectante espera nuestro Presidente.

Asistidos por un verdadero deseo de afianzar valores y tradiciones y no por el prosaico y único propósito de vender aguardiente para poder nutrir las secularmente escuálidas arcas oficiales.

Manuel José Álvarez Didyme‑dôme

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