¿Quo vadis Venezuela?

Manuel José Álvarez Didyme

La abusiva y grosera apropiación de la figura y el discurso Bolivariano, aunados a un deshilvanado y torpe uso de un lenguaje con intenciones retóricas y ahora hasta bélicas contra su vecina Colombia; la persecución y el encarcelamiento de los adversarios políticos; el amedrentamiento sistemático de los medios de comunicación desafectos a su corrupto mandato, y a un exacerbado intervencionismo, han llevado al límite del desprestigio y al desleimiento económico y social a la otrora próspera Venezuela por parte del su tropical gobernante, soportado en unas presuntas mayorías logradas en amañadas elecciones realizadas en medio de amenazadoras turbas promovidas desde el Gobierno.
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Acicateadas por la metódica prédica del odio de clases y a la propiedad privada, en análogo lenguaje del que por años se ha utilizado en Cuba, durante la prolongada vigencia de una añeja dictadura que data del pasado siglo y que aún la gobierna, pese a que  lo único que ha logrado generar en esa isla es pobreza, escasez  y restricciones sin cuento.

Siempre tratando de atraer al grueso de la masa, con la reiterada y falaz promesa, de la transformación del país en la mitológica e irreal tierra “de Jauja”, de la cual tanto se hablaba en la edad media como aquel idílico sitio en donde no era necesario trabajar para obtener incluso el abundante alimento, pues los que allí habitaban vivían entre ríos de leche, miel, vino y  montañas de pan, y a todos los que allí moraban, sus deseos se les realizaban sin esfuerzo alguno y de manera instantánea, con su sola invocación.

Burdo disfraz retórico, con el que se busca mimetizar el verdadero drama económico y social que se le vino encima al vecino país y que está generando el masivo éxodo de sus habitantes, ante la imposibilidad de seguir ocultando lo inocultable: una producción petrolera incapaz de solventar la demanda por cuenta de una deteriorada e ineficiente empresa estatal; un aparato productivo al borde de la desaparición por falta de inversión y estímulo; sin ciencia ni tecnología adecuadas y sin una universidad que las genere; sin fuentes de abastecimiento alternativas; un agro improductivo y a punto de desaparición agobiado por la inestabilidad de la propiedad e iniciativa individuales; una impagada e impagable deuda externa; un monstruoso déficit fiscal; una inmanejable circunstancia cambiaria que negocia un dólar negro cuyo precio supera en cientos de veces al oficial, y “la mayor  inflación del mundo”, todo ello manejado por una burocracia incompetente, politizada y por sobre todo, corrupta, aliada con mafiosos colombianos y con la narcoguerrilla del ELN, como lo vienen denunciando los medios soportados en abundoso material probatorio, encabezados por la revista “Semana”, y a lo que se le añaden hoy los efectos de la pandemia, sin recursos para enfrentarla y ocultándole a los venezolanos, la información indispensable para su necesaria autoprotección.

Consecuencia de la corruptela, el derroche y el despilfarro de una coyuntural e irrepetible bonanza petrolera, durante la cual no se invirtió, ni en infraestructura vial, ni energética, ni naval, ni industrial, ni en desenvolvimiento agropecuario, ni educativo, ni científico, ni en nada de nada que no fueran acciones de gobierno politiqueras y corruptas y en connivencia con controvertidos regímenes como el  iraní, y el interesado apoyo de Rusia  prestado a cambio del petróleo que cada vez le escasea más. 

Todo ello con el supuesto respaldo de unas masas sin rumbo político claro, y proclives a ser atraídas por cantos de sirena y prédicas populistas, autocráticas y mesiánicas, propaladas por profetas de idéntico corte, que procuran así el apoyo masivo de incautos prosélitos.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DOME

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