La movilidad urbana

Manuel José Álvarez Didyme

Es uno de los principales y más serios problemas que afrontan hoy los centros urbanos, no solo la fría y populosa capital Bogotá, sino  casi la totalidad de las urbes del país con grave perjuicio para ellas, en cuanto se constituye en factor determinante de la negativa valoración que de la calidad de vida hacen sus habitantes y la de quienes a ellas arriban pensando en arraigarse o aún como ocasionales turistas.
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Al efecto para evidenciar el hastío que tal circunstancia genera, bastaría recordar como para el triunfo electoral de la alcaldesa Claudia López en el reciente pasado administrativo de Bogotá, fue decisiva la oferta que ésta hizo, para superar tan negativa circunstancia de darle inicio a la construcción del metro como solución al asunto, puesto que lo mucho que al aplazar y dilatar la implementación de tal proyecto, influyó de manera grave en el deterioro de la imagen, de su antecesor y la  de sus contendores adscritos o vinculados al partido de éste. Situación común para casi todas las urbes, Ibagué incluida, acentuada por el precario diseño de unas vías pensadas de antaño para el “aquí y el ahora”, sin perspectiva de futuro, ineptas para encarar su crecimiento poblacional y el correlativo incremento del número de automotores en especial el de motocicletas que ello lleva consigo, añadida a una incompetencia absoluta en el control a la operación del tránsito existente.

Todo lo cual termina por traducirse en un alto grado de inmovilidad, que en el caso de esta musical ciudad se presenta de manera casi permanente en la zona céntrica, donde aún queda gran parte de su corazón administrativo y comercial y a donde concurrimos casi todos los habitantes por obvias razones, y que en un proceso metastásico se ha ido extendiendo a la periferia y los barrios residenciales, llegando incluso hasta las zonas de recreación y diversión, no solo  en las llamadas ‘horas pico’ sino en los horarios más impensados, convertida en “grave endemia”, en cuanto afecta a todos los estratos socio-económicos que sin excepción requieren de desplazamientos ágiles, oportunos y económicos.

Por su parte el Concejo como cogobernante de la ciudad y el alcalde Andrés Hurtado, hasta ahora, nada hacen para procurarle una radical solución a ese estado de cosas, pues tendrían para ello que concertarse con el Gobernador para la consecución de recursos con la Nación, seriamente hoy afectada en sus finanzas, lo cual de seguro les genera el temor de comprometer con ello su débil y precaria imagen política, tanto que ni siquiera hasta la hora presente han logrado construir nuevas vías, ni ensanchar las existentes y racionalizar su uso, con eficaces medidas de naturaleza educativa y de policivo control.

Mientras tanto la opinión reniega del estado en que se halla la ciudad, no despierta al respecto y no exige como debiera decisiones que se traduzcan en reales soluciones, pues sigue aceptando los tradicionales placebos coyunturales, que aplazan de manera indefinida el verdadero abordaje de los problemas como este de la movilidad urbana. Y la ciudad crece y el problema se ensancha con desmesura, dirigiéndose hacia un inevitable colapso.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME – DÔME

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