Las verdaderas “premisas de la paz”

Manuel José Álvarez Didyme

Los cambios de gobierno suelen traer aparejadas exageradas esperanzas de mejores tiempos por venir, acompañadas de nutridas promesas de realización de aplazados proyectos, de aquellas que por calendas han alimentado una pluralidad de aspiraciones.
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Máxime cuando la reciente terminación del anterior período presidencial, mueve a mirar por el espejo retrovisor y repasar los cuatro años que concluyeron, plenos de dificultades sin cuento, -pandemia incluida-, que nos hicieron ver la proximidad de una: recesión con incremento del desempleo y miseria, acompañados de una generalizada violencia alimentada por un narcotráfico en expansión. 

Pero como el tránsito del inmediato pasado a lo positivo que puede ofrecer el futuro próximo, no se sucede de manera fácil, mal podemos pretender llegar de buenas a primeras a la utópica oferta de una sociedad ideal en la que reinen la igualdad y la justicia, en un marco de paz y abundancia para todos.

Porque la realidad es bien otra y la tierra prometida no se encuentra al alcance de la mano, como podría llevarnos a imaginar nuestro secular espíritu inmediatista, puesto que para alcanzarla se requiere trabajo tenaz, disciplina, sacrificio y reiterado esfuerzo.

Que nos lleven a la creación de una sólida riqueza, ya que sin ella no pueden darse el desarrollo económico ni el mejoramiento social, y ello toma tiempo, ese mismo que estamos malgastando en prolongadas discusiones y actos preparatorios de retóricos acuerdos y negociaciones que no conducen al progreso y que por el contrario lo retrasan, colocándonos en desventajosa posición de cara a una economía globalizada y cada vez más exigente en cuanto a niveles de eficiencia y competitividad.

Así que más que negociar en abstractos términos sobre lo imaginario, debemos buscar la coincidencia en realidades que, reconociendo la necesaria igualdad dentro de los límites de nuestra propia diversidad, nos aterrice en propósitos comunes y objetivos específicos, que atraigan y promuevan la inversión, la creación de riqueza y la generación de empleo productivo.

Que recojan como urgencia colectiva, la integración de las diferentes áreas del país con las economías de cada región y de sus gentes y con la economía mundial en busca del  aprovechamiento de las ventajas comparativas y competitivas que nos brindan nuestra privilegiada ubicación geográfica y nuestra diversidad.

En síntesis, a construir lo que alguien atinadamente llamara las “verdaderas premisas de la paz”, refiriéndose a los hechos concretos que se requieren para el real aquerenciamiento de la concordia, únicas con las que alcanzaremos los felices años porvenir que ilusoriamente se nos están ofreciendo y que todos aún ambicionamos para la patria.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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