¿Qué le falta a Ibagué para ser una verdadera ciudad?

Manuel José Álvarez Didyme

Ante la proximidad de la finalización del 2022, valdría la pena preguntarnos una vez más, si la extensión territorial que su urbanización ha ido copando y el creciente número de habitantes que hoy la pueblan, constituyen suficientes razones para darle a este musical villorrio el calificativo de ciudad.
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Para que Ibagué merezca tal título, requiere que su nivel de desarrollo sea compatible con el tamaño de su espacio físico y con el de su población, y que de forma simultánea con su crecimiento y expansión, se encuentre dotada de los elementos propios de toda comunidad urbana de normal desenvolvimiento.

Solo así se podría estimar como una más entre aquel grupo que en el pasado le dieron a Colombia el calificativo de “país de ciudades”, ya que hoy nuestra Capital Musical carece, entre muchas otras cosas, de un suministro de agua acorde con su crecimiento y un buen servicio de alcantarillado en términos de actualidad y cobertura; una energía estable y de razonable costo; un aeropuerto realmente funcional y con mayor número de frecuencias; un eficiente servicio de transporte colectivo y un ordenado tránsito urbano; calles y andenes en buen estado; arborización y ornato racionalmente dispuestos, y con apropiado mantenimiento, aseo y limpieza, y por sobre todo, educación generalizada, pero, de buena calidad en sus varios niveles; seguridad policial proactiva y de útil cobertura y confiable; al menos un parque tecnológico que involucre a sus universidades y a la reducida industria local; un museo verdaderamente referente de nuestra cultura; plazas de mercado ordenadas y bien ubicadas que no yugulen o estorben el desarrollo urbano, y racionalmente administradas; escenarios múltiples así como sitios abiertos al público para una buena oferta cultural, y obviamente con muchos eventos musicales, como su identidad ante el país lo demanda.

Porque los ibaguereños por años hemos dilapidado esfuerzos y recursos, desgastándonos en inanes disputas politiqueras, eligiendo autoridades municipales, líderes políticos y rectores de los servicios públicos, corruptos, ineptos o de deficiente formación; distribuyendo el espacio irracionalmente y con equivocados criterios, ante la carencia de un buen Plan de Ordenamiento Territorial; mirando displicentemente la importante región que debiéramos estar liderando como eje integrador; condescendiendo con las empresas de transporte público dados los mediocres servicios que estas prestan y malgastando los recursos de inversión en obras superfluas, mientras se deja de hacer lo esencial.    

Ante lo cual, hoy y de cara al futuro, seguimos sin la infraestructura adecuada para aspirar a atraer inversión foránea, sin estrategia económica alguna que nos marque un norte en tal sentido, ni proyecto cultural o turístico coherente y factible.

De tal dimensión es el estado de carencia y postración al que hemos llegado, que podríamos simplificar su diagnóstico, diciendo que a Ibagué le está faltando hoy casi todo lo que una ciudad requiere para merecer verdaderamente tal calificativo.

 

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DOME

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