ALGUNAS REFLEXIONES PARA INICIAR EL 2023

Manuel José Álvarez Didyme

Hace apenas algunas pocas décadas, esta villa de San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas era una pequeña ciudad en la que se podía vivir con algunas carencias, es cierto, pero de modo apacible y sin sobresaltos, así que quienes pensamos en ella como lugar en donde podría discurrir la parte esencial de nuestras vidas y asiento para nuestras familias, lo hicimos creyendo que eran más las ventajas que ofrecía frente a muchas otras urbes, que sus desventajas.
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Para entonces su población apenas si había rebasado los trescientos mil habitantes; sus servicios públicos, aunque defectuosos no eran del todo malos, al igual que los que prestaban los sectores educativo y de salud, y si existían tales falencias eran suplidas en exceso por su grato clima y el trato que a uno le dispensaba una gente amable y cordial, en un entorno que, frente al desgreño de hoy, no vacilo en llamar mejor, no obstante que por la época, la región acababa de salir de un dramático estado de violencia como el que hoy padecen algunas otras regiones del país.

Pero la ciudad entró en un paulatino deterioro físico y social, frente al cual sus habitantes no reaccionamos en oportunidad, hasta llegar al caos y al desorden que hoy presenta, digno de reseñarse en cualquier antología de lo inaudito, porque ahora sus servicios faltan y fallan de manera continua y durante horas afectando las labores de quienes los requerimos, y poco o  nada se hace para mejorarlos. 

Y ni que decir de sus calles e inconclusas avenidas cada vez más y más deterioradas, que producen demoras, desviaciones y trancones, ante lo cual todos callamos de manera cómplice, aún aquellos que tienen que padecer el desgaste y los desperfectos mecánicos de sus automotores, a lo que contribuye un tráfico desordenado, donde cada quién se comporta como le viene en gana, sin que nadie eduque, controle o reprima: ciclistas, motos, buses, camiones, carros y carretas transitan por andenes o en contravía, pitan, violan semáforos y agreden, todo esto en presencia de una policía que prefiere la comodidad de ”la inactividad".

Igual a lo que sucede con el control a perros callejeros, vendedores ambulantes,  raponeros, mendigos y prostitutas que saturan la ciudad, sin que de todo ello podamos culpar de manera exclusiva al desempleo que nos afecta de tiempo atrás y al lamentable estado en que nos sumieron con su incuria administraciones pasadas; pero como no podemos resignarnos a vivir en lamentación perpetua, porque la vida debe continuar, debemos procurar una mejor ciudad y por supuesto, más amable, sin esperar a que alguien nos traiga "la fórmula del cambio" extraída de su magín.

Para lograrlo, basta decidirnos a afrontar las dificultades ya, pero con verdaderas ganas y con voluntad política de darles solución, sin aguardar  "una segunda oportunidad sobre la tierra".

Y con un gobierno que llame, invite convoque y eduque  a la gente para que cambie y mejore su actitud en procura de un mejorestar colectivo. 

 

¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro! 

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MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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